Pandemia

Economía mágica

El Gobierno español no se ha planteado una política que sobrepase los paliativos aplicados para sostener con precariedad la liquidez empresarial y el empleo

Se cumple un año desde que, con la expansión del Covid-19 y las restricciones a la vida social establecidas para atajarla, España se desenvuelve dentro de lo que podríamos considerar como una crisis económica post-epidémica. Sabemos que, con respecto a los otros países europeos, esa crisis está siendo más profunda que en ellos; y sabemos también que las políticas aplicadas para atajar sus estragos, aunque de factura similar a la de esas naciones, son en la nuestra de menor intensidad que en ellas, al menos por lo que respecta a los recursos arbitrados por el Estado para sostenerlas.

Más allá de esto, lo específico del gobierno español es que no se ha planteado una política que sobrepase los paliativos aplicados para sostener con precariedad la liquidez empresarial y el empleo, o para atender a las rentas de los más desfavorecidos. No tenemos planes industriales, carecemos de programas formativos para reciclar a la mano de obra que ha sido desplazada por la crisis –unos dos millones de personas que se añaden a los tres millones de parados previos– y la inversión pública programada para este año –me refiero a la financiada con los impuestos que pagamos los españoles— apenas llegará al 1,25 por ciento del PIB–muy lejos del cinco por ciento de otras épocas–. La impresión que uno tiene es que los ministros se han sentado a la puerta de sus departamentos para esperar pacientemente la lluvia de millones que llegarán de la Unión Europea como si fueran agua de mayo. Nos están haciendo creer que esos dineros –que al fin y al cabo no llegarán a sumar dos puntos del PIB– manejados por ellos, nos sacarán de esta coyuntura atroz, pues su economía se fundamenta en un pensamiento mágico. De nada valen las ideas de los economistas acerca de los factores sobre los que sustenta el crecimiento: el trabajo, el capital, el nivel educativo de la población, la incorporación de innovaciones tecnológicas o la competitividad. Lo suyo son los prodigios de San Dimas que tan magistralmente retrató Berlanga en su inolvidable «Los jueves, milagro». Eso es todo.