Murcia

«Roma no paga traidores...»

Ni traidoras. El seísmo político con hipocentro en Murcia, y epicentro en Madrid, es una lección con muchas derivadas, que merece un diagnóstico sereno y profundo. Una de ellas es constatar, una vez más, que la Ley Electoral de listas cerradas y bloqueadas para el Congreso, que comenzó en la Transición como un intento de robustecer a los partidos políticos, y que se consumó años después con su Ley de Financiación, ha convertido nuestro sistema político en una absoluta partitocracia, más que en un gobierno efectivo de los ciudadanos. La democracia interna real de los partidos debería ser una condición mínima inexcusable, como compensación a la ultraprotección que poseen en nuestro ordenamiento, pero con descaro generalizado brilla por su ausencia de uno a otro extremo del arco político. Otra lección aprendida es que la partitocracia se ha revelado con toda su crudeza sin ningún rubor en el espectáculo obsceno de compraventa de votos parlamentarios: El transfuguismo recompensado con publicidad y alevosía, violando toda ética, e incluso el vigente pacto firmado al efecto. En ese ámbito, la calidad de la democracia tiene un amplio trecho que recorrer entre nosotros, pero para ello se precisa una regeneración ética «de abajo hacia arriba», de la sociedad a la política, y no al revés, como vemos. Arrimadas queda retratada y eliminada: «Roma no paga traidores». (Ni traidoras).

Por último, aunque no menos importante: en Madrid votarán al «PP de Ayuso», que necesitará además de Vox para poder gobernar. A buen entendedor, pocas palabras bastan.