Pablo Iglesias

La cárcel como programa

Contar con pruebas o indicios resulta secundario frente a lo realmente relevante, que no es más que el DESEO con mayúsculas, de ver a Ayuso en la cárcel

Una de las cosas más entrañables que se le conocen a Pablo Iglesias es sin duda alguna su capacidad para dejar a la intemperie previa cascada verborreica sus más húmedos sueños. Da igual que se refiera al control de los medios –«a mí que me dejen la televisión»– o al vaticinio de ver entre rejas a un adversario político. Llevamos ya varias jornadas de una precampaña electoral en Madrid que puede ser eterna, –«solo» quedan 38 días para el 4 de mayo– y en la que, más allá del lógico lenguaje de confrontación política entre opciones distintas, se está mostrando de forma más que inquietante la «patita» a través de algunas muy indicativas declaraciones. Escuchar al líder de Podemos y candidato a la presidencia de la Comunidad Pablo Iglesias insistir en que Isabel Díaz Ayuso puede «terminar en la cárcel si la izquierda gana el 4-M», además de traspasar todos los límites de la ética política vuelve a desnudar otra derivada de esas oníricas aspiraciones, que en este caso pasa, en una nueva patada a la división de poderes, por ligar supuestas decisiones judiciales futuras a un determinado resultado electoral con el consiguiente cambio de timoneles en el gobierno de la comunidad autónoma.

Cuando Pablo Iglesias dice lo que dice, en realidad difícilmente se está refiriendo a datos contantes y sonantes que pueda manejar sobre supuestas actividades ajenas a la legalidad de la presidenta madrileña, contar con pruebas o indicios resulta secundario frente a lo realmente relevante, que no es más que el DESEO con mayúsculas, de ver a Díaz Ayuso en la cárcel. Un deseo que se corresponde con la línea de actuación bolivariana allá donde alcanza el poder y que pasa en efecto, por mandar a prisión a los adversarios políticos. Tal vez por ello Iglesias nunca ha estado –ni se le espera– en la condena pública del encarcelamiento a políticos opositores o disidentes en la Venezuela de Nicolás Maduro, como tampoco se le ha escuchado condenar a regímenes como el iraní por meter en la cárcel a homosexuales. Curioso contraste el de la vehemencia del líder podemita vaticinando en algunos casos temporadas «a la sombra», pero clamando a la vez por la excarcelación de delincuentes reincidentes como el ¿rapero? Pablo Hasel. Es lo que tienen algunos, se vienen arriba y te señalan la cárcel mientras piden al de al lado que les sujete el botellín de Mahou.