Cuba

A propósito de otro congreso y de otra supuesta jubilación

En lo que me va la vida y la de mi hija es que en España como en Francia jamás gane o se eternice el comunismo

Zoé Valdés

El problema no es tanto lo largo que ha sucedido y ha sido todo, más de sesenta y dos años de tiranía, sino lo tedioso y obvio que ha ido tornándose. Hace unos días me telefoneó un periodista francés muy entusiasmado para que yo le brindase declaraciones que él añadiría a un artículo suyo acerca de la probable jubilación el lunes del criminal Raúl Castro. Mi respuesta fue: -¿Por qué? ¿Se va a morir por fin? Porque como único se jubila un comunista de sus acciones truculentas y maldades sanguinarias es muriéndose.

Desde 1959 estos franceses andan rumiando cual vacas tontolabas el mojón edulcorado del castrismo y sus cambios. ¡Fascinados con los Congresos del Partido Comunista de Cuba! Que como todos saben es el único Partido autorizado y en funciones, aunque su relevancia es igual a cero, a nada. Pero, a los franceses les encanta el espectáculo totalitario, y las banderas con Marx y Lenin, y las hoces (por nada escribo heces) engarzadas con los martillos, cual cadenas oprobiosas. Pues sí, otro Congreso del PCC para no variar nada y para volver a anunciar que Raúl se jubila. ¿Eso no fue ya un anuncio del Congreso anterior? Ah, no, pero ahora al parecer se jubilará de absolutamente todos los cargos habidos y por haber, o al menos eso anuncian, lo que no aconteció en el anterior Congreso.

Sin embargo, ahí quedará Alejandro Castro Espín, el hijete de la familia, velando entre bastidores, hasta que encarcelen y/o fusilen al energúmeno de Miguel Díaz-Canel por cualquier bobería que dañe o altere o roce a la Revolución. ¿Qué revolución puede durar más de medio siglo? Pues ahí tienen, la castrista, en Cuba.

Nada cambiará como no sea con una obra radical de chapeo transparente y exhaustivo donde no quede ni rastro de esa mafiosa familia y de sus esbirros. Y ya ven, no acaban de entenderlo. Por no entenderlo tampoco lo entiende la oposición.

La oposición, siguiendo las pautas de la tiranía, no se despega de los espectáculos lamentables de medio pelo: huelgas que no conducen a nada como no sea a deteriorar la salud de los huelguistas, dirigidas además por «psicópatas» (cito a Oswaldo Payá, que en paz descanse y en su grandísima gloria esté), parones desde el exilio, caravanas, congas y fetecunes, reguetones patrioteros de última hora, y un nivel de choteo (gracias Jorge Mañach por definirlo tan bien) y de marginalidad desbordante de estereotipos y mundana vulgaridad que dan dentera. Por supuesto, la media internacional aplaude y se divierte frente al show de los indios con plumas, digo, banderas, encajadas literalmente en el trasero o fambeco.

Los primeros en contar la cosa como si de una demostración circense se tratara son los de la BBC en español. A mí todo lo que la BBC en español toca relativo a Cuba me da la temperatura exacta de lo que la tiranía ansía que el mundo interprete de la oposición ésa que a ellos les conviene, fabricada desde el Comité Central y por el gobierno norteamericano, fenómeno que viene ocurriendo desde los años cincuenta –no olvidarlo–, aunque copiado de la Rusia de Lenin y de su mano derecha Félix Edmoundovitch Dzerjinski, fundador de la Tchéka del estado bolchevique.

A mí no hay nada que me aburra más que Cuba y su insolencia de maracas y mulateros, ahora para colmo inclusivos, BlackLiveGüareber, y «poripallá», enchufados por esa izquierda socialistona y pseudo ensayística cuya mitad del cerebro radica en el tan absurdo México DF. Absurdo no por mexicano, sino absurdo por materialista, didácticón, y marxista. Aunque, debo escribir sobre esa Cuba también, porque pienso que a esa Cuba hay que señalarla mediante el deber que me atañe, el de observadora de sociedades, y describirla con idéntica crudeza con la que ella ha decidido manifestarse, subrayando con el punto crítico que me confiere vivir en libertad.

Francamente, mi problema ahora es España. Mi España, el país de mi idioma y mis letras, el país que me hizo persona cuando Cuba me lo negó. El país de una parte importante de mi familia, la paterna. El país de mis ancestros, de una cultura y una historia inigualables. España tan cerca y tan protectora, que tanto me ha dado sin pedirme ni exigirme nada, y a la que tampoco le he exigido más que nunca deje de ser lo que ha sido y es: un país grandioso. Lamentablemente ahora infiltrado de mediocres en el gobierno.

De modo que el que se celebre otro Congreso comunista de pacotilla en la isla me vale una plasta. Lo que indudablemente sí me interesa, en lo que me va la vida y la de mi hija, es que en España como en Francia jamás gane o se eternice el comunismo. Lo debemos evitar de todas todas, si es que todavía estamos a tiempo de impedirlo. Impedirlo pasa por ganar Madrid en contra de la mentira, el odio, el robo, y los linchamientos y lapidaciones populares en plena calle.