Cataluña

Comprender Cataluña

Zapatero tiene una curiosa obsesión por atribuirse el papel de pacificador, sea en Cataluña o Venezuela.

Cuando los catalanes oímos hablar a Zapatero sobre nuestra región, no podemos evitar pensar que, por muy buena intención que se le quiera suponer, su desconocimiento sobre el escenario catalán debe ser notorio. No sé si se informa con una versión puramente individual del tema o es que solo ve TV3 y se la cree, pero sería imprescindible que viniera a vivir una temporadita a la zona (preferentemente alrededor del Llobregat) para pulsar la verdadera realidad, a ver si así se enteraba de algo. El ex-presidente habla como si estuviera convencido de que en Cataluña alguna de las opciones, lenguas, tradiciones o ideologías fuera mayoritaria. El problema en Cataluña es precisamente que eso no es así. Aquí todo es paritario, todo es empate, y por eso hay que tratar las cosas con enorme delicadeza y, a la vez, realismo. Los catalanes amamos nuestras dos lenguas, nuestras variadas maneras de entender el territorio (unas arcaicas y otras modernas), nuestras manías. Somos tan supremacistas que hasta creemos tener mejores defectos que los demás. ¿Cómo se ha formado eso? Bueno, es complejo explicarlo porque ha sido un proceso de aluvión y burguesía infantilista, pero lo que está claro es que, debido al empate, aquí difícilmente se puede solucionar algo por el simple método de lo que diga el parlamento regional. Hay que atender a minorías y equilibrios. Precisamente, con su torpe manera de ponerse de perfil en estos asuntos, diciendo que él se limitaría a acatar lo que saliera del Parlament, provocó a largo plazo los sucesos de 2017. Conociendo las toscas maneras de los nacionalistas regionales, un experto se habría dado cuenta enseguida de que, al hacerles una invitación de ese tipo, acto seguido los muy brutos se meterían en el lío de intentarlo violentando las reglas parlamentarias, solo para poder decir que salían de esa institución con la suya.

Zapatero tiene una curiosa obsesión por atribuirse el papel de pacificador, sea en Cataluña o Venezuela. Si su conocimiento de Caracas es tan escaso como el de Barcelona no podrá pacificar nada. Porque olvida que, etimológicamente, la palabra «pacificar» viene de la misma raíz léxica que el verbo «pagar».