Violencia de género

Basta ya

Atentar contra los hijos es provocar el daño más desgarrador

Son multitudinarias las protestas para erradicar la violencia de género y la, aún más terrorífica, violencia vicaria, ejercida contra los descendientes para crear el mayor dolor a la madre o al padre de las víctimas mortales. Entre el 2009 y el 2019, el número de menores asesinados para enterrar en vida al cónyuge del que querer vengarse ascendió a 44, y tenían entre cuatro meses y 16 años de edad. De estos niños, 23 fueron asesinados durante el régimen de visitas o en el periodo de la custodia compartida correspondiente al hombre, según la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas.

Vivimos casi dos meses de angustia por no saber dónde podían estar las pequeñas Anna y Olivia, se nos desgarraba el alma imaginando lo que finalmente se demostró para desesperanza y extremo dolor de una madre con quien todo el país, y el planeta, empatiza.

Fue muy emocionante el mensaje que la asociación PRO Guardia Civil compartió en redes sociales: «A veces nuestro trabajo consiste en convertir la tortura de por vida de una madre que no sepa de sus hijas en el indescriptible dolor de la fatídica certeza. Es un horror gestionar horror. No tenemos más palabras Beatriz. Nos tienes a tu lado».

Recordamos a Marta del Castillo, MariLuz Cortés, Sandra Palo, Diana Quer, Candela y Amaia, Ruth y José Bretón Ortiz... y gritamos aquel significativo “Basta ya” ante la intolerable sangría y sufrimiento que dejan a su paso la violencia machista, los abusos sexuales, el maltrato infantil, el acoso escolar…

Atentar contra los hijos es provocar el daño más desgarrador, salvaje y cruel que un ser humano puede recibir. No me cansaré de recordar a padres y madres separados que los hijos son el motivo por el que un día sus caminos se cruzaron y la recompensa a un dolor que fue probablemente inevitable, pero un divorcio pone fin a un sufrimiento que siempre es opcional. Los hijos son sin duda el auténtico milagro que ambos han de cuidar.

Y como afirma José Saramago: «Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos. Sin memoria no existimos y sin responsabilidad, no deberíamos existir».