El desafío independentista
La semana fantástica
A nadie se le escapa que el Gobierno tiene el propósito de que se nos olviden los indultos
Ahora sí. Empezamos a respirar en la nueva normalidad con la campaña de vacunación a toda mecha. Nuestros bares cierran de madrugada, abren las discotecas, proliferan los botellones, nos podemos desplazar, suenan fuegos artificiales.
No nos engañemos, estábamos todos deseando salir de la opresiva burbuja pandémica, y el Gobierno lo sabe. De ahí la semana fantástica que nos ha preparado. Mañana mismo nos dejan guardar la mascarilla en la calle, nos reducen el IVA de la factura de la luz y, por si fuera poco, nos indican que podremos acudir a los estadios de fútbol y baloncesto. ¿Qué más se les puede pedir a nuestros gobernantes? Para empezar, prudencia, la que ya reclaman algunas Comunidades. La variante india nos acecha, llevamos dos días anotando un repunte de los contagios y conociendo brotes de coronavirus entre jóvenes. El más preocupante, el foco mallorquín que afecta a mil chavales que se fueron hasta allí de viaje de fin de curso, pero no olvidemos otros brotes, como el tinerfeño: la isla retrocede en su desescalada, con el consiguiente nerviosismo de hoteles y comercios.
A nadie le le escapa que esta semana fantástica del Gobierno tenía el propósito último de que olvidáramos en lo posible los indultos concedidos a los líderes del Procés «por utilidad pública, en aras de la concordia y de la reconciliación» (aunque los susodichos ya hayan matizado que de eso nada, con su pancarta, su celebración y sus eslóganes en inglés, a las puertas de la cárcel).
Ojo, que los independentistas van ganando apoyos: la Conferencia Episcopal bendice la estrategia del diálogo. Ellos se definen como mártires, y ahí fuera se lo compran. Aquí, habrá que dejar que pase un tiempo prudencial para saber verdaderamente si la valentía o la necesidad que tuvo Sánchez de indultar a Junqueras y compañía ha merecido la pena, o todo lo contrario. No tarda en pedir Otegi la liberación de los presos etarras, para él «presos políticos». Y ahora el PNV, como era previsible, pide el reconocimiento de Euskadi y de Cataluña como «naciones». ¡Se abre la caja de Pandora! ¿Qué saldrá de ahí?
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