José Luis Rodríguez Zapatero

Enamorados del virus

Los indultos, más allá del oportunismo de Sánchez, se explican porque la izquierda española está enamorada del nacionalismo.

Conviene leer estos días los argumentos de la prensa afín a Moncloa. Desnudan con precisión la españolísima zarzuela de unos intelectuales orgánicos que sólo saben tomar partido tras recibir las instrucciones correspondientes. Comprometidos con los peores argumentos nacionalistas, reniegan de la oposición democrática y hacen genuflexiones ante unos corsarios étnicos, obsesionados con los muertos y sus fetiches culturales. Hablan de Cataluña como si fuera un ser vivo. Elucubran con una legislación creativa, siguiendo la jurisprudencia del señor Ábalos, que considera un engorro el Tribunal de Cuentas. Tampoco sé si debemos de perder más tiempo explicando que los etnonacionalistas no rompen la baraja frustrados por el choque de legitimidades y blablablá. Quien quiera ilustrarse tiene a su disposición la hemeroteca. Los resultados electorales fueron muy desfavorables al independentismo después de la sentencia. El tsunami xenófobo no despegó hasta que la crisis económica obliga a Mas a desalojar el Parlament en helicóptero, aupándolo al tren populista. Lo peor, con todo, no es asumir que esta gente habría tachado de maximalista a quienes defendieron el estado de Derecho en 1981, luego del 23-F, ni su apuesta por un diálogo que pasa por rearmar a los nacionalistas por la vía de premiar la deslealtad con nuevos privilegios. Ni siquiera sorprende ya la babosa facilidad con que dan coba al poderoso y autoritario, en atención a unos delirios que conviene mimar porque si no, mire usted, se enfada, mientras silencia a la mitad puteada de Cataluña, la constitucionalista, siempre ayuna de poder y recursos. Lo peor es constatar hasta qué punto clava su diagnóstico el jurista Josu de Miguel, lúcidamente convencido de que los indultos, más allá del oportunismo de Sánchez, se explican porque la izquierda española está enamorada del nacionalismo. Para millones de españoles la nación de ciudadanos es una idea filofranquista y las confederaciones de naciones ibéricas, basadas en el Rh, la lengua, etc., son lo más ilustrado que ha visto el mundo de 1789 en adelante. Tampoco consuela saber que los intelectuales que ceban la bestia estarían encantados de declarar la guerra al nacionalismo si así lo ordena el señorito. Entre otras cosas porque ya dudo que convezcan a nuestros plurales partidarios del feudalismo posmo.