Indulto

Diálogo

Para muchos, es, sin embargo, un diálogo bajo sospecha –diálogo de sordos o de besugos– porque no es adecuado el marco, ni son fiables los interlocutores

Hay diálogo de sordos, que, siguiendo a María Moliner, es aquel en que los interlocutores tienen sus propios puntos de vista y no escuchan al otro ni tienen voluntad de llegar a un acuerdo. Y hay diálogo de besugos, en que no hay relación lógica en lo que dicen los que se ponen a hablar en torno a una mesa. No basta, pues, con pregonar que se va a dialogar. En política, cuando las posiciones son firmes y está en juego el reparto de poder, suele resultar complicado. Sin embargo, como dijo Adolfo Suárez en un mensaje televisado el día 6 de julio de 1976 después de jurar su cargo como presidente del Gobierno, «el diálogo a rostro descubierto es el único instrumento de convivencia». Con ese valioso instrumento se logró la Constitución del 78, felizmente vigente. Para Borges, el descubrimiento del diálogo en Grecia es «la mejor cosa que registra la historia universal». Conviene, eso sí, hablar sin careta, a cara descubierta, si no queremos que la cosa acabe en traición, guirigay o gatuperio.

Después del indulto a los políticos catalanes, llega oficialmente el tiempo del diálogo. De manera simbólica lo inauguran hoy el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, y el de la Generalidad de Cataluña, Pere Aragonés. En principio, nada que objetar. Sentarse a hablar para arreglar un conflicto enquistado e infestado como éste es, en sí mismo, encomiable, aunque peque de pretencioso. Para muchos, es, sin embargo, un diálogo bajo sospecha –diálogo de sordos o de besugos– porque no es adecuado el marco, ni son fiables los interlocutores; tampoco se conocen los puntos de discusión ni las verdaderas intenciones. Las rayas rojas aparecen diluidas. O sea, los menos entusiastas de estas conversaciones desconfían de lo que Gobierno y ERC, que además son socios, se traen entre manos. Se sabe que han preparado el terreno, como condición «sine qua non» para sentarse a negociar, con la liberación de los presos.

Desde el Gobierno venden esto como un esfuerzo para apaciguar a Cataluña. Es normal que abunden los escépticos y los preocupados por el resultado que salga de esta mesa de negociación con Zapatero de componedor, al que se atribuye buena parte de culpa de lo que ha pasado allí. Me viene a la cabeza el «blasillo» de la última viñeta de Forges: «La piedra es el único objeto inanimado capaz de tropezar dos veces con el mismo hombre». Eso parece.