Igualdad de género
Una ley «transhistórica»
«Existen actualmente entre nosotros, cuatro corrientes intelectuales que se disputan la formación de la conciencia nacional y la dirección de nuestro pueblo», decía el jesuita de la Real Academia de la Historia, el P. Zacarías Garcia Villada, en una conferencia en mayo de 1935 en Madrid pocos meses antes de ser asesinado por su condición religiosa. Entre esas corrientes, había general coincidencia entonces en destacar la que fundamentaba la formación de la conciencia nacional en el factor económico y en la lucha de clases; en segundo lugar, la nucleada en torno a la Revista de Occidente y constituida por la Generación del 98, que afirmaba que España debía olvidar su pasado y confiar todo a la europeización. La tercera, personificada en el espíritu de Giner de los Ríos, transmitido a través de la Institución Libre de Enseñanza, cuyo objetivo es crear una sociedad culta y eminentemente naturalista; y una cuarta de inspiración católica, atribuyendo a España una providencial misión de defensa y expansión de la cristiandad.
Hoy habría que añadir una quinta corriente, nucleada en torno a Sánchez y Redondo (no Nicolás), con la aportación esencial de Irene Montero que, con su «Ley Trans», afirma que «hace Historia y cambia de verdad un país». Desde luego que es un país diferente aquel en que no hay hombres ni mujeres –una concepción «binaria» de la naturaleza humana–, sino tantas alternativas como cada cual desee. Lo preocupante es que semejante idea se promueva desde el Gobierno y se convierta en ley.
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