Gobierno de España

Riesgos

El Gobierno presente actúa como ganador, pero debe someterse a las exigencias de varios perdedores, acatando órdenes de partidos minoritarios

El Gobierno tenía dos opciones: dada su debilidad parlamentaria podía «no hacer» mucho, y por tanto no ceder a sus socios, digamos que pasar la legislatura en perfil bajo. También podía «hacer mucho», tanto como si tuviera la mayoría absoluta (PSOE + socios) pero cediendo asimismo mucho a dichos socios, por tanto: extremando sus leyes, exacerbando la legislatura. El afán legislativo de los que llegan al poder resulta asombroso. Se diría que no es precisa tanta legislación, pero todos se afanan en ello. España tiene otras prioridades que, resueltas, redundarían en el bien común, pero siempre sus gobernantes piensan primero en hacer para sí mismos y por moldear la sociedad a su antojo. El Gobierno presente actúa como ganador, pero debe someterse a las exigencias de varios perdedores, acatando órdenes de partidos minoritarios, que están sobre-representados de manera nada proporcional al número de votantes que consiguen (nuestro sistema electoral favorece que minorías representativas tan solo de algunas comunidades autónomas, con pocos miles de votos, decidan sobre toda la nación). Lo cual no es que sea desproporcionado, es que es injusto, más propio de una tiranía que de una democracia. Democracia es el gobierno de la mayoría que respeta a las minorías, no la imposición de la voluntad de varias minorías que dominan sobre la mayoría sin respetarla. Los tiempos del bipartidismo han pasado, y el riesgo que ahora corremos es estar sentando las bases de un futuro político que, contra lo que se dice, puede ser desgraciadamente «muy» gobernable pero nada pactista: porque este Gobierno ha demostrado que, siendo el nuevo escenario el producto de las decisiones de una suma de partidos minoritarios, se puede legislar compulsivamente y actuar de manera incansable, decretando sobre asuntos graves y sensibles, como si se hubiese logrado una mayoría absoluta (un gran consenso), con la desigualdad que ello conlleva. Podemos tener un panorama político en que minorías radicalizadas decidan sobre una mayoría privada de su palabra y cuya opinión no cuente. O sea, que el peligro es de un futuro exasperado, agrio y extremo, inciertamente democrático.