Pablo Casado

Casado cae bien al PNV, sin más

No hay posibilidad de entendimiento político ni de acción concertada, ni ahora ni tras las próximas elecciones generales

La dirección del PP ha empezado a intentar echar el lazo al PNV. Tienen abiertos buenos canales de diálogo, que antes ni siquiera existían, y una relación moderadamente buena, que incluso en los tiempos duros de la pandemia llegó a traducirse en algún que otro acuerdo puntual. No trascendió porque no era, ni es, políticamente correcto hacerlo público. No le viene bien a ninguna de las partes.

Esa relación de la derecha con el PNV se disolvió por la mala gestión que hizo Mariano Rajoy de los avisos, leales, de los nacionalistas vascos para que reaccionara a tiempo ante la moción de censura de Pedro Sánchez. Ahora Casado ha retomado esa vía, con su «dos», García Egea, como embajador principal. Y el líder popular no cae mal, pero «sin más». No hay posibilidad de entendimiento político ni de acción concertada, ni ahora ni tras las próximas elecciones generales, y no ya porque el PNV no quiera, y sí porque en la ecuación entra, inevitablemente, Santiago Abascal. Y no hará falta que el PNV vete la relación con un Gobierno del PP, porque en las condiciones para ese Gobierno ya estará la línea roja de los de Vox de que se vete a los nacionalistas vascos. Vox ha planteado incluso su ilegalización.

Este contexto coloca el presente y el futuro de Pedro Sánchez en manos del acuerdo con PNV y ERC, con País Vasco y Cataluña. Por más que intente distraer la atención no tiene escapatoria si quiere seguir en La Moncloa, y estos dos socios pondrán su precio encima de la mesa antes de que Sánchez vuelva a ponerse en campaña para unas generales.

La cuestión territorial reaparecerá de nuevo en primera línea mediática cuando pasen los Presupuestos y se acerque el tiempo electoral. No con órdagos que permitan al presidente del Gobierno lucirse y volver a dar un giro para acoplarse a sus intereses electorales del momento: el PNV tiene claro lo que quiere, y llegará el momento en el que Sánchez tendrá que gestionar la demanda de un nuevo Estatuto vasco, y a ver cómo lo presentan los catalanes, que supere el concepto de nacionalidad y blinde la condición de sujetos políticos con derechos propios.

El independentismo catalán jugó de farol y perdió. El PNV no irá al órdago, pero Sánchez tendrá mucho más difícil ganarles cuando empiece la partida.