Partidos Políticos

Canela fina | Embridar a los partidos políticos

«Ningún partido político podrá gastar un céntimo más de lo que ingrese a través de las cuotas de los afiliados»

El hartazgo de la opinión pública ante unos partidos políticos que, con las debidas excepciones, no se dedican a defender los intereses de la ciudadanía sino los de los propios partidos, está alcanzando cotas alarmantes para la estabilidad democrática. Nada nuevo bajo el sol. En los primeros años del siglo pasado el rechazo popular a la voracidad económica de los partidos levantó corrientes de indignación que facilitaron el nazismo en Alemania, el fascismo en Italia, el estalinismo en Rusia, el franquismo en España y el salazarismo en Portugal. Y eso fue mucho peor que los abusos partidistas en la democracia.

Parece claro que en la España actual se hace necesaria una ley de partidos que esclarezca la incierta situación actual. La gente está harta de contemplar cómo los partidos se están convirtiendo en empresas con los ingresos garantizados por las suculentas contribuciones que a ellos se hacen desde los Presupuestos públicos. Algunos partidos se han convertido en mastodontes con un número de empleados, colaboradores y asesores que asusta. Se han transformado además en agencias de colocación para enchufar a parientes, amiguetes y paniaguados. Aprueban en el Congreso suculentas partidas para satisfacer su voracidad. Y no me refiero a la corrupción que eso es otro renglón. Me refiero al derroche económico de los partidos y a la oscuridad de muchos de sus ingresos. En las campañas electorales cuando llegan las elecciones se derrochan cantidades alarmantes. La gente está que trina y los partidos políticos que deberían solucionar los problemas de los españoles se han convertido, conforme a las encuestas, en el segundo o tercero de los diez problemas que agobian a los ciudadanos. Está claro que la salud democrática exige una ley cuyo primer artículo afirme: «Ningún partido político podrá gastar un céntimo más de lo que ingrese a través de las cuotas de sus afiliados». Y que establezca de forma inequívoca la democratización interna para evitar espectáculos que avergüenzan. No tengo esperanza de que estas ideas progresen porque dependen de los propios partidos políticos que se negarán a fragilizar el negocio del poder.

Luis María Anson, de la Real Academia Española