Sociedad

¿Nos vamos al pueblo?

Con la revolución tecnológica –la robótica, la revolución de las comunicaciones, el teletrabajo…– hay argumentos de sobra para pensar en el atractivo del camino de vuelta

Hay en España más de 3000 aldeas y pueblos deshabitados y cerca de 8000 municipios con amenaza seria de desaparecer. Debajo de estas cifras hay un cúmulo de dramas humanos. Por diversas causas es un hecho que existe una España superpoblada (básicamente las costas y Madrid) y una España despoblada. Este llamativo desequilibrio demográfico, que contribuye a la desvertebración nacional, se ha acelerado desde mediados del siglo pasado. En las provincias más despobladas, como Soria y Teruel, han surgido en lo que va de siglo movimientos cívicos pidiendo cuentas a los poderes públicos y exigiéndoles poner remedio ya a la situación de abandono e injusticia. Esta plataforma ciudadana, que ha ido expandiéndose y que amenaza ahora con concurrir a las elecciones, abomina de la expresión «España vacía» y ha optado por la «España vaciada». Según ellos, no está vacía, está siendo vaciada. No estamos aún, me parece, ante una revuelta cantonalista ni ante una maliciosa operación política manejada desde Madrid. Aunque todo se andará.

Coincide este movimiento reivindicativo, este despertar del campo, con un creciente malestar por el bajo precio de los productos agrarios y el alto coste de producción. Y se observa a la vez, de unos años a esta parte, un, aún impreciso, cambio de tendencia con un tímido regreso de la ciudad al campo. La presente pandemia de nunca acabar ha empujado a algunos a pensar en la casa del pueblo. El aumento de la vida útil tras la jubilación es un buen argumento para ese regreso a la vida retirada y tranquila. Pero para abandonar la aglomeración urbana e irse al campo no faltan razones. Desde luego no es la menor la supervivencia en tiempo de crisis sanitaria y económica. O los monstruos interiores del estrés, la depresión o la desesperación; la necesidad de un cambio de vida, la llamada de la Naturaleza, la búsqueda de uno mismo o algo tan elemental como el precio de la vivienda y el coste de la vida.

Existe además una razón de fondo para este cambio de tendencia. Con la industrialización y mecanización se produjo el gran éxodo del campo a la ciudad. Con la revolución tecnológica –la robótica, la revolución de las comunicaciones, el teletrabajo…– hay argumentos de sobra para pensar en el atractivo del camino de vuelta. Las máquinas hicieron el trabajo en el campo; otras máquinas empiezan a hacer el trabajo en la ciudad. El ritmo del regreso dependerá del éxito de la presión sobre el Gobierno por parte de las Comunidades más afectadas y de los pasos que den los representantes de la «España vaciada».