Eurovisión

¿A quién le dan miedo las tetas?

Sobre lo de Rigoberta Bandini en Eurovisión, hasta yo ando dándole vueltas a quién podría tener miedo a unas tetas, y me pregunto qué locura es esta

Rigoberta Bandini quisiera sacarse una teta en Eurovisión pero podría sustituirla por un «globo tetáqueo», que es una esfera terrestre con pezón enorme como de película de Woody Allen. Me resulta irresistible la reivindicación de la maternidad en la propuesta. Parece estimulante que se recupere un concepto tan orillado del panorama artístico como eso de engendrar, cuidar y, en definitiva, dedicarse a tener «caldo en la nevera» según canta la letra. «No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas / Sin ellas no habría Humanidad ni habría belleza», cuestiona la cantante y también se lo pregunta la ministra de Igualdad Irene Montero y otra mucha gente. Hasta yo ando dándole vueltas a quién podría tener miedo a unas tetas, y me pregunto qué locura es esta.

Me piden mis amigos que las tetas no me impidan ver el bosque. Me apuntan que se trata de reivindicar la visión de la teta que amamanta, las magias de los primeros calostros, la huella del calor, el sabor y el olor de la madre en el hijo. Habría que entender que existe una España retrógrada en la que prende la fobia a la escena de lactancia que fomenta la Iglesia, naturalmente, y sinceramente me cuesta creerlo. Me estoy acordando de las vírgenes lactantes, la Virgen de la Buena Leche de la Cueva de la Leche de Belén, las vírgenes nodrizas, las iconografías de las galactofrusas del arte bizantino o las «virgo lactans» de la cristiandad latina. Otra cosa es si podemos establecer un consenso sobre si es oportuno dar de mamar en una reunión de trabajo o lavarse los dientes.

Me hablan también de las censuras de las tetas en las redes sociales, y quizás sea cosa de la rancia puritanía más que de un machismo contra la mujer. A ver si es que no se censuran las tetas de los hombres porque no tenemos tetas, dicho esto en el mejor de los casos y con todo el respeto. También censuran otros órganos sexuales masculinos y no se hace –aún– esa lectura del órgano del hombre pixelado por mucho que el pene tenga su parte de mérito en lo del milagro de la vida. Si yo tuviera tetas habría amamantado a mis tres hijos hasta bien crecidos, aunque no tanto como en aquel cortijo de Badajoz donde sacaban adelante a los niños de los señoritos con amas de cría y un día cogieron a uno bajándose de la bici y amorrándose a la teta pasados los 16 años.

Claro que uno debe ser prudente, a ver si es que hay una mastrofobia en España y uno no se ha enterado, o es bien al contrario y los problemas relativos a la teta siempre se han derivado de carecer de ellas en lugar de poseerlas en exceso, cuestiones médicas aparte. Prueba de que las tetas molan es que se las han plantado millones de mujeres y hasta algunos hombres. Decía Woody Allen que si tuviera tetas, estaría todo el día tocándoselas. Luego esto lo triangulas por la izquierda y a ver cómo puede ser que las tetas sean objeto de deseo y palanca de sexualización de la mujer en un mundo tetacentrista y a la vez, un atributo que pesa en contra de su desarrollo como individuo. Un lastre delantero. Si tiran dos tetas más que dos carretas o es que son una carga. Habremos de aclararnos también con esto.

Pero aquí se viene la teta combativa de la Marianne de Delacroix, de aquella canción de Brassens donde las tenderas de Brive-la-Gaillarde noqueaban policías a golpes de teta, teta como arma de guerra cultural, teta dura, puntiaguda que hiere, teta de misil, dolomítica, de granito, diamante y obsidiana, teta poco maternal que ¿ves?, ya no motiva tanto, o sí, no sé; allá cada cual.