Opinión

De votaciones a campañas

Una imparable Ayuso habla claro y desprejuiciadamente

Se le junta al PSOE en estos días el dolorcillo de cabeza tras haber aprobado por la mínima la norma estrella de la legislatura (Yolanda Díez dixit) con el final de la campaña para las autonómicas en Castilla y León. Y es que ni lo uno ni lo otro dan para tirar cohetes y sí para preocupación.

En Perú le llaman, y a mí me encanta, los diablos azules al estado de agitación, esa inquietud imprecisa, que deja el alcohol a la mañana siguiente, esa perturbación, casi confusión, mental del resacoso. Los diablos azules, esos que acechan ahora a la formación de Sánchez tras el entremés (que me perdone Lope de Rueda) ofrecido en el Congreso, con sus dos diputados de UPN rompiendo la disciplina de voto, uno de PP equivocándose al votar telemáticamente o una Meritxell Batet anunciando que queda derogado el decreto para luego rectificar. 175 votos a favor y 174 en contra, un «por los pelos» celebrado por las filas del «sí se puede» como si fuese una mayoría absoluta o un «es benigno», que evidencian, una vez más, que lo de Sánchez es como el anillo robado de «Match Point», la imperdible peli de Woody Allen: lo mismo puede caer de un lado que del otro porque depende más de lo azaroso, de cómo pille a los demás, que de su propia voluntad. Puritito vodevil.

Todo esto, sumado a que la norma debe agradecer su aprobación, además de al azar, al apoyo de Ciudadanos y diversas formaciones minoritarias, y que no ha contado con el de los socios de investidura, que han manifestado abiertamente su descontento por las negociaciones (no negociaciones, en realidad), nos deja un panorama postvotación tirando a crisis marital. Y es que el bloque de investidura se encuentra dañadito, es algo que no se puede negar.

Con ERC y EH Bildu de morros con PSOE y Podemos, y Yolanda Díaz aún más alejada de la dirección de Podemos, pero también de un PSOE que, además y con esto, ha dejado claro que se siente cada vez menos atado a servidumbres. Las costuras del parcheado están más a la vista que nunca y amenazan desgarro.

Menos mal que siempre queda Tezanos para subir la moral con un CIS que, al contrario que todos los demás sondeos, da la victoria en Castilla y León a PSOE. Quien no se anima es porque no quiere. Es más, dice Tezanos que el PP no podría gobernar ni sumando con Vox. Sánchez puede dormir tranquilo. El resto, todos, dan por vencedor al PP, sin una mayoría absoluta, eso sí. Parece que lo que pierde lo gana, irremediablemente, Vox. Ciudadanos, aquí nadie discrepa, se hunde sin remisión y, como en el chiste, se debate entre uno y ninguno. Podemos se mantiene, es que ser votante de Podemos es un sentimiento casi religioso, pero perdería la categoría de tercera fuerza ante el ascenso de la formación de Santiago Abascal. No es de extrañar, claro, que Alfonso Fernández Mañueco siga insistiendo, optimista, en la necesidad de concentrar el voto de derechas en el PP. Y Luis Tudanca confía, precisamente, en esa fragmentación para tratar de salir victorioso.

Tan solo una imparable Ayuso habla claro y desprejuiciadamente en un mitin de apoyo al candidato de su formación: «Si tengo que pactar, lo haré antes con el partido de Ortega Lara que con los que le secuestraron». Y es que parece que nadie, excepto ella, se atreve a hablar de pactos cuando todas las encuestas coinciden en señalar que las mayorías absolutas en estas autonómicas no van a darse y, por lo tanto, van a ser indispensables.