Israel

Israel y el apartheid

El informe de Amnistía Internacional desvirtúa el análisis y cualquier posible denuncia al dejarse llevar por lo que resulta ser un propósito de propaganda antiisraelí

Amnistía Internacional ha publicado un informe sobre la situación de los derechos humanos en Israel. En la versión inglesa, los autores reconocen que «este informe no se propone argumentar que un sistema de opresión y dominación como el perpetrado en Israel y en los OPT (Territorios Palestinos Ocupados) es el mismo o es análogo al sistema de segregación, opresión y dominación como el que se perpetró en Sudáfrica». Eso no impide que el informe hable de «apartheid» en sus conclusiones y que el término aparezca ya desde el título: «El apartheid de Israel contra la población palestina: Cruel sistema de dominación y crimen de lesa humanidad».

De la lectura del texto se deducen cargos serios contra la política israelí en los territorios ocupados, por mucho que algunos de los ejemplos aducidos (por ejemplo, el de algunas propiedades de un conocido barrio de Jerusalén en el que las autoridades palestinas han impedido una solución de compromiso ofrecida por la justicia israelí) no justifiquen el recurso al término apartheid. Tampoco lo justifica la definición misma del término «apartheid», de la que el informe ofrece una versión demasiado amplia y genérica.

El problema, como se ha apuntado por parte de algún académico, procede justamente de la voluntad de utilizar un término referido a la cuestión racial para designar un problema que no lo es. Lo demuestra la realidad social israelí, un país en cuyas fronteras pre 1967 viven 1,9 millones de ciudadanos no judíos, que tienen los mismos derechos que los demás, incluidos los políticos de asociación, sufragio y representación. No hay ni rastro de apartheid en esta situación, por mucho que las poblaciones no judías no se identifiquen con la definición de Israel como «Estado judío». Todo indica que esas mismas poblaciones no estarían dispuestas a cambiar de nacionalidad y no se encuentran particularmente incómodos en el que es su país, una democracia liberal. Sobre todo después de lo ocurrido en Gaza tras la retirada total de Israel.

En cuanto a los Territorios Ocupados, tampoco aquí se trata de «apartheid» ni de racismo. El problema es de orden político, y va referido a la constitución del Estado de Israel, la del Estado palestino y la competencia de dos posibles naciones –una plenamente realizada, la otra sin realizar– en cuanto al territorio. En este punto, no se debería pasar por alto las negociaciones frustradas por las autoridades palestinas y la realidad social y política de los territorios gestionados por estas últimas. Y no sólo en cuanto a la prosperidad, sino también en cuanto a la representatividad y la transparencia políticas. Sin contar con que en la actualidad, un Estado palestino supondría para Israel –incluidos los árabes israelíes– algo más que una amenaza existencial. En cuanto a algunas de la propuestas del informe, como la vuelta de los seis millones de refugiados palestinos contabilizados por la ONU, supondrían, como se ha dicho, la desaparición instantánea de la nación y el Estado de Israel. En conclusión, el informe de Amnistía Internacional desvirtúa el análisis y cualquier posible denuncia al dejarse llevar por lo que resulta ser un propósito de propaganda antiisraelí. Otra vez, se trata de arrinconar a Israel en el campo, por no decir el gueto, de los pueblos sin dignidad.