Pedro Sánchez

Política de angosta visión

Mientras la ministra Calviño señalaba que «España es uno de los países menos expuestos» al efecto bumerang de las sanciones a Rusia, el presidente Sánchez lanzó un «¡Putin es el culpable!»

La inopinada rectificación anunciada por el presidente del Gobierno en el Congreso acerca de la cuestión de la venta de armas a Ucrania para repeler la agresión rusa, apenas altera la angosta visión que caracteriza a su política con relación a ese conflicto y sus consecuencias. Todo lo contrario que en otros países europeos, en los que la guerra ha despertado una revisión de los viejos tópicos y de las tradiciones apaciguadoras, ensanchando su perspectiva geopolítica, la de Pedro Sánchez se ha visto severamente constreñida por sus compromisos políticos internos, reflejados en un Gobierno en el que los afines al atacante –rebosantes de estorbos ideológicos y también de supina ignorancia de los asuntos internacionales– condicionan su iniciativa. Hemos visto así que hasta en los países neutrales –Suiza, Suecia y Finlandia– se ha producido un profundo cambio que los compromete con la nación invadida. Pero quizás las expresiones más genuinas de este nuevo paradigma sean la decisión del canciller Scholz de reforzar con determinación el ejército alemán y el discurso del presidente Macron en apoyo a las fuerzas armadas francesas, a lo que cabe añadir el volcado humanitario del flanco oriental de la Unión Europea, singularmente de Polonia, ante la oleada de refugiados que alcanzan su frontera.

Fruto de esa estrechez de miras sanchista ha sido el aprovechamiento de la guerra con fines de política interna en el terreno económico. Así, mientras la ministra Calviño señalaba que «España es uno de los países menos expuestos» al efecto bumerang de las sanciones a Rusia, el presidente Sánchez lanzó un «¡Putin es el culpable!» achacando al mandatario moscovita las dificultades que retrasan la recuperación de la economía española. Del mismo modo que en 1941 un «¡Rusia es culpable!» sirvió al franquismo para eludir su responsabilidad en el desastre de la Guerra Civil, la personalización en el presidente ruso de todos los males proporciona a Sánchez el argumento para ocultar los magros efectos de su política económica. Una política para la que ya ha anunciado su continuidad, enfatizando en el sostenimiento de rentas y en el alivio fiscal de las tensiones inflacionistas, y eludiendo la formulación de unas medidas industriales cada vez más urgentes. Confiemos que la oposición no caiga en su falaz argumento.