Guerra en Ucrania
La derrota de Putin
El desfile de la victoria se ha convertido en un paseo macabro de cadáveres
Un artículo publicado por error en una agencia rusa dos días después del estallido de la invasión, y que fue rápidamente suprimido, parecía indicar que el objetivo militar de la guerra de Putin era derrocar al Gobierno de Volodimir Zelenski en 48 horas. Nadie sabe qué pasa por la cabeza del zar, pero cinco semanas después sus tropas han asumido que la caída de Kiev (Kyiv) no es posible con las reglas actuales del conflicto.
El cementerio de cuerpos desfigurados de Bucha, algunos de ellos maniatados con heridas de bala en la cabeza, dibujan el escenario macabro de una matanza de civiles perpetrada por unos soldados frustrados en retirada. El desfile de victoria de Putin se ha convertido en un paseo de cadáveres que aportan pruebas directas para la investigación sobre crímenes de guerra de la Corte Penal Internacional (CPI). Es cierto que para ver al amo del Kremlin sentado en el banquillo de un tribunal especial antes debería producirse un improbable golpe palaciego que le apartase del poder. Desde su regreso a la presidencia en 2012, Putin ha engrasado el aparato de seguridad para garantizar su continuidad sine die.
La matanza de Bucha ha sacudido las conciencias de Occidente, pero no lo suficiente como para aprobar el embargo de petróleo y gas que serviría para estrangular financieramente a Moscú. La esquizofrenia de los europeos y muy en particular de los alemanes necesita ser tratada por un experto. Alemania es el segundo país por detrás de Estados Unidos en exportar armas a Ucrania tras despertar de su pacifismo. Por el momento ha entregado equipamiento militar por valor de 80 millones de euros, pero la cifra pronto ascenderá a 300 millones. El esfuerzo, sin embargo, palidece si lo comparamos con el dinero que el Gobierno de Olaf Scholz ingresa a las arcas públicas rusas con la compra de gas. El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell, reveló que, desde el 24 de febrero, la UE ha inyectado 35.000 millones de euros a Rusia con los que se está financiando la barbarie en Ucrania. ¿Por qué no se puede desenganchar Europa de su adicción a los hidrocarburos rusos? El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha ordenado liberar las reservas estratégicas de gas y petróleo para compensar la dependencia energética de los europeos y atajar la inflación. Noruega es el principal productor de hidrocarburos de Europa occidental. Como bien ha explicado Pedro G. Poyatos en LA RAZÓN actualmente el 20-25% del gas que consume Europa procede de Oslo, frente al 45-50% de Moscú. ¿No se podría a corto plazo invertir esta proporción? Depender de una democracia liberal sería mejor opción que cualquier otra monarquía absolutista del Golfo Pérsico. La guerra de Ucrania no sólo ha cambiado el tablero geoestratégico, también el económico. El comercio entre democracias liberales puede ser más caro, pero a la larga es más seguro. La invasión rusa nos ha enseñado que la interdependencia económica ha dejado de ser un freno para los autócratas y sus aventuras militares.
Mientras Europa está enfrascada en el dilema energético, Ucrania sigue librando una batalla existencial contra Rusia. Las imágenes de Bucha demuestran que Moscú tendrá muy difícil recuperar su reputación. Destruyendo Ucrania, Putin destruye el futuro de los rusos.
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