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Italia

El último golpe de «pescado hervido»

La Policía italiana atrapa a un estafador que fingía accidentes de tráfico

La prensa le apodó como el «rey de los espejos». Un robusto joven romano que, en medio del caótico tráfico de la capital italiana, exigía dinero por los daños causados por la rotura de su retrovisor. Su modus operandi solía ser el mismo: primero adelantaba, hostigando, y a continuación demandaba una disculpa a voces desde su vehículo, que a veces era un coche y otras, una moto.

Escogía bien a sus víctimas, siempre distraídas y solas, pues el factor sorpresa y la falta de testigos le ayudaban. Comenzaba insultándoles, reparando en su mala educación, por ni siquiera pedir perdón por haberle roto el espejo lateral. Insistía una y otra vez de manera inquisidora. Después, les reclamaba unos 100 euros y les amenazaba.

Si veía que aun así no picaban el anzuelo, elevaba la dosis de temor al dejar caer que formaba parte de una peligrosa mafia italiana. Otras veces era menos sutil y directamente contaba que era el padre de un campeón mundial de boxeo que les aplastaría la cara si no le indemnizaban por el accidente que nunca ocurrió. Una vez estaban amedrentados, cambiaba de tercio. Se volvía una especie de comercial, con frases hechas tipo «hoy es tu día de suerte», «tengo un amigo mecánico que me lo solucionará», «el seguro te cobrará 350 euros, yo te lo dejo en 100»... Las víctimas denunciaron que si no llevaban dinero encima él les escoltaba hasta un cajero cercano. Se conocía la zona a la perfección, siempre trabajaba en los barrios romanos de Garbatella y Ostiense, cerca de su casa, pues sobre este pieza ya había una orden de arresto domiciliario.

Sus víctimas son muchas más, pero sólo desde 2019 una decena se atrevió a denunciar la estafa ante las autoridades. Los agentes, vestidos de paisano, vieron cómo Maurizio Bevilacqua, de 35 años, le hacía exactamente lo mismo a un anciano al volante. Tras una persecución, el delincuente fue detenido esta semana y pasará 4 años y 5 meses en la cárcel. La Policía ha narrado que, de lo más significativo para llevar a cabo su operación, fue la gráfica descripción de los extorsionados. Siempre confesaban que el estafador tenía «cara de pescado hervido». Era este rasgo tan distintivo, esa mirada casi inerte, lo que realmente aterrorizaba a las víctimas.