Elecciones

Vísperas andaluzas

No sé si Andalucía tiene la llave del futuro de España, más incluso que Cataluña y el País Vasco, pero lo parece

Toda España mira al Sur. Sobre todo, los políticos. A ver qué pasa el domingo. En estas vísperas andaluzas hay euforia en la derecha y temor en la izquierda. Unos y otros van a echar el resto en este tórrido final de campaña. En principio, está cantado el triunfo del Partido Popular, con Juanma Moreno y Alberto Núñez Feijóo, y la derrota del Partido Socialista, con Juan Espadas y Pedro Sánchez. Se trata ahora de conocer el alcance, de medir las diferencias. La importancia y la curiosidad están en los detalles. Unos cuantos escaños de menos pueden provocar la crisis del sanchismo y unos cuantos escaños de más pueden liberar a los populares de servidumbres indeseadas. Pocos observadores dudan de que estos comicios andaluces van a tener una proyección nacional.

No sé si Andalucía tiene la llave del futuro de España, más incluso que Cataluña y el País Vasco, pero lo parece. Las elecciones autonómicas, como ocurrió antes en Madrid o en Castilla y León, ponen de relieve la importancia de las regiones y reafirman el viejo principio castellano de que nadie es más que nadie. O sea que acaso haya un escandaloso desenfoque en la visión política y mediática dominante. Bajemos hoy a la ancha y hermosa región del Sur, cargada de luz y de futuro. Podemos ir, si les parece, de la mano de Manuel Machado, que era más de derechas y no mucho peor poeta que su hermano Antonio: «Cádiz, salada claridad. Granada, agua oculta que llora. Romana y mora, Córdoba callada. Málaga, cantaora. Almería, dorada. Plateado, Jaén. Huelva, la orilla de las tres carabelas. Y Sevilla». En Sevilla, que, como saben, tiene un color especial, Pedro Sánchez ha echado su cuarto a Espadas. A ver qué sale.

Quedan otras incógnitas en estas vísperas andaluzas, que no carecen de importancia. La primera de ellas consiste en comprobar el papel obstruccionista o sólo altisonante de Vox, obsesionado con asaltar el cielo a toda prisa, que es lo mismo que le pasó a Podemos en su día, y ya ven cómo le ha ido. Es justamente la reconstrucción de la extrema izquierda, ahora descompuesta y dividida, lo que empieza también a ventilarse a partir de estos comicios. Y queda la imagen, puede que injusta, del final de Ciudadanos, que nació en Cataluña y ha bajado a morir junto al Guadalquivir, si no hay quien lo remedie. Juan Marín no se merece este castigo, pero es la suerte asignada a los nuevos partidos, cuya vida es efímera, y su aproximación al poder les quema las alas como la vela a la mariposa.