Chapu Apaolaza

Podemos al servicio del imperio

No hay un partido más imperialista que Podemos, McDonalds de la guerra cultural, que ahora va a Nueva York a vender el feminismo radical

Había que ver a las políticas de la nueva izquierda -de la izquierda a la izquierda de la izquierda y así sucesivamente-, herederas de los movimientos de bases fuera, de resistencia al imperialismo yankee y de otras coqueterías podencas y complutenses, viajar a Washington en Falcon y tirarse en la Casa Blanca unos selfies en plan castizas gringas. En las fotos aparecen la ministra de Igualdad Irene Montero, la secretaria de Estado del ramo e Isa Serra que queda bien en cualquier parte. Ahora que me acuerdo, Serra tiene una hermana que se llama Clara que era acróbata a caballo y le encuentro al asunto una reminiscencia como de Buffalo Bill revisitado.

Me gusta verlas dándose un garbeo por el mundo libre, ligeramente despeinadas por la brisa del orden liberal. Pasean por los pasillos del poder presidencial en un andar decidido de estiletos con ruido de pasos que amortigua el espesor de la moqueta y se hacen fotos con mujeres con collares de perlas. Todo les resulta inspirador, y es normal porque Estados Unidos es un país con grandeza y cuando uno lo pisa se puede tomar por cualquier cosa.

Cuando gobernaba Trump, los Estados Unidos les inspiraba muy poco. Desde la izquierda española los norteamericanos de entonces se aparecían siempre un poco como viviendo en autocaravanas, casados entre primos, ciegos de Budweiser e incapaces de distinguir España de México.

Han viajado a Nueva York a reforzar la agenda feminista de los Estados Unidos según dicen porque al gringo siempre hay que enseñarle algo. Llegan a la Casa Blanca con los espejuelos del hermana yo sí te creo, les niñes, lo sororo y otras luchas contra el heteropatriarcado sin saber que justamente nacieron allí. Toda la chatarra ideológica consistente en que la vida de tu perro vale lo mismo que la vida de tu hijo, esta visión antiespecista y deformada de la realidad del mundo rural nació y creció en las grandes urbes estadounidenses con piso en barrio gentrificado y visión de los ecosistemas según haya ido la cosecha de tomates en el ecohuerto en la azotea. Me refiero a toda aquella ola que más tarde vino a alumbrar en Malasaña destellos de lo cool hoy casi en desuso. De allí legaron el woke, el sí es sí, la teoría queer, la cancelación, la censura de los libros, las series y las canciones, y todo el aparataje de la puritanía que nos asola que copió Podemos punto por punto. Allí y no aquí se aparecieron los nuevos dioses a los que rezan en el Ministerio de Igualdad Montero y sus vestales.

No hay un partido más imperialista que Podemos, McDonalds de la guerra cultural, que ahora va a Nueva York a vender el feminismo radical y el happy hour del aborto -una fiesta-, que es como ir a La Rioja a vender vino o a La Habana con puros. Cómo escupían sobre la bandera de los Estados Unidos y su cochino imperialismo, y hoy son un producto y un efecto de la hegemonía cultural de las elites de la izquierda anglosajona, el franquiciado de un mundo que se deshace y aún no lo saben.