Incendios

Que vuelva el ICONA

La primera responsabilidad por los incendios está en las políticas de mala gestión forestal diseñadas por ecologistas urbanitas que nada saben del campo

Sánchez da como toda explicación a los incendios la de que «el cambio climático mata», pero nada dice de otros motivos que están convirtiendo en auténticas gasolineras a nuestros bosques y montes por el simple hecho de que han sido abandonados, descuidados, sin que nadie limpie la maleza, con pocos cortafuegos y una política de prohibiciones suicida que impide la ganadería, la caza y la agricultura en aras a un ecologismo urbanita que nada sabe del campo y está provocando en realidad estos fuegos continuados y virulentos.

¿Quiere esto decir que negamos el cambio climático? No, la mano del hombre ha hecho tantas cosas malas que el exceso de polución, los contaminantes químicos, los herbicidas tóxicos, las emisiones de venenos inorgánicos y otras barbaridades del desarrollismo industrial han contribuido a ensuciar mares, campos y urbes de modo irresponsable e irremisible. Ese ataque del hombre al medio en el que vive tenía que tener consecuencias, y el efecto invernadero es fruto de ello.

El cambio climático es un condicionante, cierto, pero la primera responsabilidad por los devastadores incendios que nos asolan hay que buscarla en políticas de mala gestión forestal diseñadas desde despachos ministeriales por ecologistas extremos que nada saben del campo y que multan a la gente por entrar en los parques naturales o por coger piñas y cortar ramas. O a los pastores por llevar sus rebaños a pastar, como se hizo siempre, y que es justamente lo que habría que promover para evitar que los matojos se extiendan, crezcan como arbustos y se transformen en auténtico combustible que propaga los fuegos a velocidades impensables. En tiempos del ICONA (Instituto para la Conservación de la Naturaleza) se incentivaba el pastoreo y también se inducía a la gente del entorno a eliminar la maleza durante el invierno, a hacer y mantener cortafuegos, a podar el ramaje seco y recoger la leña, a crear una conciencia social basada en la célebre frase «cuando un bosque se quema, algo tuyo se quema».

Siempre en España ha hecho mucho calor en verano ( 52,7 grados en Zaragoza en 1935, según el New York Times), pero nunca los campos, los montes y los bosques estuvieron tan ecológicamente sobreprotegidos por unas autonomías que en realidad están consiguiendo un efecto bumerán pernicioso: montes, campos y la España rural están despoblados, permitiendo que el avance de la materia vegetal llegue hasta las cercanías de los pueblos, de manera que también sus habitantes sufren el peligro de estas horribles llamas de sexta generación originadas en bosques abandonados y convertidos en auténticas teas incendiarias por culpa de políticas eco-alarmistas que en realidad están agudizando el problema.

Hay que combatir el cambio climático contaminando menos, es verdad. Los viajes de Sánchez a las zonas quemadas utilizando al mismo tiempo el Falcón, el Superpuma y el Audi 8 no son ejemplo para nadie. Y debería dar ejemplo. No se trata solo de hablar de «emergencia climática». Salvo que a cuento de esa emergencia nos estén preparando la declaración de un nuevo «estado de alarma climática» con medidas extremas y coercitivas para recortar derechos e imponer una suerte de excepcionalidad amparada en legislaciones de seguridad nacional.

Y mientras tanto, los montes abandonados, acumulando maleza que será pronto pasto de las llamas. Que vuelva el Icona, por favor.