Opinión

Mar-a-Lago: ¿Otro Watergate?

El espectacular registro efectuado por el FBI en la residencia de Florida «Mar-a-Lago» del expresidente Donald Trump está radicalizando las posiciones de unos y otros

El caso Watergate, que obligó a renunciar al presidente Nixon, es considerado como el símbolo de la línea roja que el poder ejecutivo no puede traspasar en su relación con la oposición, al menos en una democracia occidental. En la república presidencialista estadounidense, máxima exponente de este sistema político, esa línea roja fue el espionaje a la sede del cuartel general del partido demócrata en Washington –en el edificio cuyo nombre ha bautizado el caso– a iniciativa de la Casa Blanca al mando del republicano Richard Nixon hace ahora 50 años, el 17 de junio de 1972.

Estos días ha convulsionado a la opinión pública del país el espectacular registro efectuado por el FBI en la residencia de Florida «Mar-a-Lago» del expresidente Donald Trump, radicalizando las posiciones de unos y otros en el pueblo norteamericano por considerar que es un acto que socava los cimientos del sistema al intentar desacreditar al líder de la oposición apartándole de la carrera a la reelección presidencial. Para poner de manifiesto el impacto creado por la noticia, bastan dos datos: Uno en el campo demócrata, con el presidente Joe Biden afirmando que «no sabía nada del caso», lo que también da pie a todo tipo de comentarios acerca de su estado de salud, puesto de relieve en público en diversas ocasiones. El otro, en el partido republicano, en el que se ha precipitado una cascada de reacciones entre los gobernadores republicanos, incluyendo dirigentes tan representativos como el gobernador de Texas o el de Florida. Este último –posible oponente de Trump en la futura Convención republicana que nominará el candidato a la presidencia– ha calificado lo sucedido como propio de una «república bananera». Relevante adhesión a Trump es la del ex vicepresidente Mike Pence, que estaba políticamente alejado de él con ocasión de la gestión del asalto al Capitolio en enero de 2020, que ha condenado la actuación con particular dureza. Tanto unos como otros consideran lo sucedido como una instrumentalización de la Justicia y de las agencias federales, al servicio de la administración Biden, lo que remite directamente al escándalo Watergate.

Precisamente Trump tenía que declarar dos días después de este registro por una investigación a su complejo empresarial ante la fiscal general de Nueva York, una afroamericana que públicamente ha criticado al expresidente en varias ocasiones, lo que ha alimentado la hipótesis de una operación política en su contra.

A escasos tres meses de las elecciones generales de mitad de mandato presidencial, todas las incógnitas están abiertas con un Mar-a-Lagogate en el horizonte.