Ahorro de energía

Égalité, fraternité, fin de l’abondance

Si lo que está llegando es una crisis –se preguntan algunos– ¿cómo se llamaba a lo que había hasta ahora?

Hasta la crisis suena mejor en francés. Como los platos de una carta. A lo que viene este invierno, que en español se dice «pasarlas más putas que Caín», Emmanuel Macron lo ha llamado «La fin de l’abonance». El idioma de Molière otorga a sus significantes un aire distinguido, elegante y décontracté que no es capaz de alcanzar el castellano, tan grave siempre y tan rudo que a la escasez le dice penuria. En francés, peluquero se dice «coiffeur». Yo no veo a los franceses de las elites de la administración dejando de lado la champaña y el foie gras. El francés se presenta como un tipo incompatible con la austeridad de los placeres que le brinda la existencia. Allí se inventó la «gauche caviar». Francia sería el mejor país del mundo si vendieran hielo y pusieran las copas como Dios manda y no en tubos de ensayo. Claro que el francés sabe divertirse. Anda la gente poniendo fotos de Macron en un yate y tiene su gracia porque generalmente cuando un político –más aún un populista de centro como Macron– advierte de la llegada de la escasez se refiere a que llega para ti, no para él. Los países tienen en común que el cinturón siempre se lo aprietan los mismos. Los «sans-cravatte» del sanchismo instalado en el Gobierno de España se disponen a gastar cientos de millones en campañas destinadas a convencernos de que hay que ahorrar, pues parece ser que la gente no se había dado cuenta hasta ahora de que había que apagar la luz y llenar el lavavajillas. El ciudadano, que desde el Estado es visto indefectiblemente como un idiota, va a entender lo que cuesta la electricidad por una campaña del Gobierno y no por la factura que desde hace meses le cuesta pagar. Hay gente que se está enterando en estos días de que su no llegar a fin de mes era la abundancia. Si lo que está llegando es una crisis –se preguntan algunos– ¿cómo se llamaba a lo que había hasta ahora? Lo que había era «abondance».

Liberté, égalité, fin de l’abondance. En realidad, el fin de la abundancia y la escasez son expresiones que se refieren a cosas distintas. Frente a la crisis y la pobreza, el fin de la abundancia se refiere a que lo extraordinario era la abundancia que ahora termina y no la miseria que es lo que se viene, es decir que lo normal es la pobreza y la riqueza fue un sueño, un espejismo del que disfrutamos.

Macron matiza que estamos siendo «conscientes» del final de la abundancia, lo que incide en el sentido de la etapa de bienestar como un sueño enloquecido: se nos había ido la «marmite»; eso era. En el fin de la «abondance» anida el argumento decrecentista sostenido por la izquierda de que teníamos demasiado. Lo mismo pasó cuando durante la pandemia, cuando nos dijeron que lo que nos sucedía nos pasaba por haber viajado demasiado o incluso ser demasiados en el mundo. Se nos había olvidado que en este mundo se muere y al fin estábamos aprendiendo la lección. Moríamos mucho por vivir demasiado; ahora vamos a perder cosas porque teníamos demasiado. Oh, golfos inconscientes, habíamos olvidado que tener aire acondicionado en Écija era un lujo; viajar a París, una ofensa a los cielos del Planeta y poner una lavadora, un exceso imperdonable pudiendo ir a lavar al río. Al fin llegamos a la austeridad, a vivir de la huerta y comer pollo como mucho en Nochebuena. Seremos felices sin nada. No sé de qué nos estamos quejando.