Política

La pugna

Los representantes políticos en los últimos tiempos han protagonizado tantas frivolidades que el ciudadano tiene una opinión muy pobre de ellos y les ha vuelto la espalda

Hoy volvemos al ágora, al Senado, al lugar donde los españoles debatimos nuestras diferentes ideas sobre cómo debe ser el futuro. Y no uso la primera persona del plural en vano, porque volvemos todos. Quienes deliberan en nuestro nombre son nuestros representantes, los principales nombres de los partidos. Ahora bien, el espíritu que sobrevuela todas esas controversias, el que las anima y se haya detrás, es el del pueblo español en su totalidad. Por eso lo interesante sería superar ese simple atizarse en que se había convertido el debate político justo antes de las vacaciones y, en lugar de intentar sepultar al contrario bajo una avalancha de lindezas varias, presentar argumentos y proyectos razonados para este otoño cercano que se presenta problemático.

La gente quiere para los próximos tiempos un poco de estabilidad y se llevará el gato al agua en las siguientes elecciones quien muestre más posibilidades de suministrársela. Los sobresaltos han sido consecutivos en el último lustro; intentos de golpismo blando, confinamientos, muertes, pandemia y, sin apenas respiro, guerra en Europa, crisis económica e inflación. Lo que la población desea después de tanto susto es perder de vista la inestabilidad y la mejor definición de estabilidad política de la que disponemos por ahora sigue siendo la de Frank O’Gorman: «aceptación de la sociedad de sus instituciones políticas y de las clases y personas que las manejan».

Es evidente que la democracia española anda floja en lo que a la segunda parte de la definición respecta. Los representantes políticos en los últimos tiempos han protagonizado tantas frivolidades que el ciudadano tiene una opinión muy pobre de ellos y les ha vuelto la espalda. Solo nos queda la primera parte, pero incluso también peligra por la poca traza que ha mostrado el gobierno para defender y preservar nuestras instituciones. Puestas así las cosas, la estabilidad va a costar. Y la verdadera pugna de fondo será ver quién tiene mejores dotes para proporcionárnosla.