Tomás Gómez

Salvar el CIS

Se ha vuelto a equivocar José Félix Tezanos volviendo a poner el CIS como arma electoral del PSOE. No se trata de que sea el único sondeo que sigue dando la victoria al Partido Socialista, ni una mera disputa de carácter técnico en sociología, el problema de fondo es que ha vuelto a entrar en campaña la institución pública.

La era Tezanos ha dejado la credibilidad y el prestigio del instituto bajo mínimos. Recuperar la imagen que antes tenía el CIS es una tarea muy complicada y, desde luego, requiere un cambio en la dirección.

Pero hay otro daño peor que consiste en la tentación que tendrá el PP cuando le toque sentarse en el banco azul de seguir utilizando los sondeos de manera interesada justificándose en el precedente.

El presidente Zapatero tuvo la firme decisión de que RTVE dejase de ser un ente al servicio del gobierno de turno, ha sido el único primer ministro que lo ha intentado en serio.

El afán duró el tiempo que Zapatero fue presidente. El resultado final, después de tantos años de unos y los otros ha sido que, por ejemplo, los informativos de la 1 tienen la mitad de audiencia que Antena 3 y ocupan el sexto lugar en el ranking.

El CIS se convirtió en una entidad prestigiosa con Julián Santamaría y Rosa Conde. Ellos entendieron que su ideología política no podía interferir en la calidad técnica de las mediciones del CIS. Tezanos ha hecho exactamente lo contrario. Ha antepuesto su militancia política a la tarea de preservar las instituciones públicas y el fin no puede justificar los medios.

Hay dos maneras de entender la militancia política: haciendo lo que haga falta para lograr la victoria del partido o entender la victoria electoral como un instrumento para cambiar las cosas.

El PSOE de Pedro Sánchez ha malentendido el republicanismo, centrándolo en el cuestionamiento tácito de la Corona y olvidando que debe consistir en asegurar que las instituciones desempeñen su papel de control e independencia.

El populismo es el primer enemigo del republicanismo cívico. Intenta la eliminación de las estructuras que existan entre el pueblo y el líder, para que este escape a los controles propios de un sistema democrático.

La militancia de un socialista debería consistir en crear los cortafuegos suficientes para que las instituciones estén a salvo de la tentación de obviar que los medios importan tanto el fin.