Sociedad

Un nanosegundo en el metaverso

La pobre Tamara salió con su cornamenta como de canción de Brassens y dijo que se alegraba de haberse enterado a tiempo

Me metí en el metro a ver qué se decía del bloqueo del Consejo General del Poder Judicial y todo eran comentarios sobre los cuernos de Tamara. Se sabe ya que su prometido la adornó besándose con una modelo en un festival de los Estados Unidos. Antes de que desapareciera la geografía y a la gente le diera igual estar en esta o en otra parte, la distancia atenuaba la infidelidad. Un tipo inglés que yo conocí sostenía que, si había mar de por medio, no eran cuernos.

La pobre Tamara salió con su cornamenta como de canción de Brassens y dijo que se alegraba de haberse enterado a tiempo de romper con su novio sin casarse. Edu Galán se vio el documental sobre la heredera en el que aparecía el novio y cree que había señales de que esto podía pasar, entre ellas el perlado de sudor de la resaca en la frente del tal Íñigo que ella –tan formal– no supo advertir en su momento, como alguien que no es arquitecto no es capaz de distinguir un muro que se va a derrumbar. Le faltaba contexto para identificar a un golfo.

La adornada aclaró que no le importaba que en los vídeos apareciera un beso corto y el tiempo es muy importante, pues a estos engañamientos siempre se los perdonó por la brevedad y de ahí que se llamaran «un desliz». Fue una noche, un momento, un nada. El último refugio en el que se consuela el cornudo es que el engaño fue pasajero, pero Tamara desecha este cobijo y aclara que «no le hubiera perdonado un beso ni de un nanosegundo en el metaverso». Y tiene razón. Hay gente que vive una vida entera en un nanosegundo y además, se empieza por un nanosegundo, y el guayabo termina poniéndole a la modelo brasileña un piso en Chamberí. Del metaverso, qué voy a decirles, si no he estado.

Scott Fitzgerald dijo hablar desde la autoridad que le concedía el fracaso y Tamara Falcó, desde la autoridad del «osea». Rica por herencia, pija, marquesa y beata, la protagonista del episodio constituye el arquetipo satánico de lo que la corriente hegemónica supone que debería ser la mujer feminista y moderna. Me refiero a una parte del arco político para la que resulta tan estético que una mujer crea en el reiki, pero en cambio, la fe en el Dios de los cristianos hace de ella una persona atrasada, supersticiosa y risible. A Tamara, Dios le molaba y eso hizo de ella alguien tan exótico. Tanto se rieron de ella que la han convertido en indestructible, en una suerte de fantasma de suite de lujo, brunch y relicario. El asunto se entiende en que, siendo quién y cómo es, parece más normal que muchos. Y vale que no será Marie Curie, pero digo yo que tendrá derecho a vivir y a que la dejen en paz.

Sin embargo, cuando aparece Tamara, no hace falta hacer el chiste, puesto que al parecer ya está hecho, así que al verla salir ahí con su par de cuernos, yo mismo pensé que sería carne de cañón. Hoy, hay que reconocer que lleva el adorno con sentido, elegancia, dignidad y educación.

Así que se ha convertido en una líder de las engañadas y de otras cosas. Qué bobadas no se habrán dicho sobre el poliamor, los triángulos sexuales y el estigma del sometimiento de la pareja a la tradicional posesión, para que mi Españita vea a Tamara y piense: esta chica tiene bastante razón. Y así es como la hija de Isabel termina defendiendo la femenina dignidad. Ya cabe preguntarse a quién prefiere España, a la marquesa e Griñón o a la ministra de Igualdad.