Pensiones
Las pensiones se comen el presupuesto
Actualmente los pensionistas ya suponen más de diez millones de votos y van a elevarse progresivamente hasta el entorno de los quince millones
El Gobierno de PSOE-Podemos dice haber presentado los presupuestos «más sociales de la historia». La coletilla la escuchamos cada año, tanto con gobiernos del PSOE como con gobiernos del PP. Parece que la función de los presupuestos sea justamente ésa: repartirle a la sociedad el dinero que previamente le ha quitado a la sociedad. Es decir, establecer redes clientelares para comprar el voto. Ahora bien, un primer error que suele cometerse a este respecto es confundir presupuestos sociales con presupuestos expansivos: gastar más es, para los manirrotos, gastar más socialmente. Poco importa, en consecuencia, en qué se gaste, cómo se gaste y para quién se gaste: lo importante es que se gaste… y cuánto más mejor. Sólo así puede entenderse, de hecho, que estos presupuestos sean calificados como los más sociales de la historia. A la postre, la partida que, con mucha diferencia, más se incrementa en estas cuentas públicas es la del gasto en pensiones: alrededor de 20.000 millones de euros más.
En contrapartida, otros desembolsos como las becas a estudiantes apenas se incrementan en 350 millones de euros (y las bajadas de impuestos al conjunto de la población están ausentes). Nótese, pues, cómo el grueso del presupuesto va concentrándose cada vez más en la partida de pensiones: en concreto, el 43% de todo el presupuesto ya es fagocitado por el sistema de pensiones (y el 7% por el pago de intereses, de modo que para todas las restantes políticas sólo queda el otro 50%). Y lo peor es que se trata de una tendencia que va a ir a más durante los próximos ejercicios: conforme se vaya jubilando la generación del «baby boom», conforme se multiplique el número de pensionistas que obtienen unos ingresos superiores al promedio actual, el gasto se disparará hasta niveles todavía mayores a los presentes. No en vano, actualmente los pensionistas ya suponen más de diez millones de votos y van a elevarse progresivamente hasta el entorno de los quince millones: por tanto, los políticos necesitan captar su sufragio para mantenerse en el poder y a cambio del mismo estarán dispuestos a dárselo todo, aunque ello suponga esquilmar a los más jóvenes con impuestos más altos. Se nos suele decir que la redistribución de la renta es desde ricos a pobres pero, en realidad, es desde grupos desorganizados y no clientelizados a grupos organizados y clientelizados.
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