Opinión
El Pacto de Metz: Rusia y la guerra actual
En medio de los tambores que redoblan sus toques de guerra con la escalada militar entre Rusia y Occidente en Ucrania, recordamos un acontecimiento histórico que tal día como hoy comenzaba en Roma en 1962, y que lo conecta de muy cerca con la situación actual. Así, el 11 de octubre de ese año el papa San Juan XXIII inauguraba el acontecimiento eclesial más importante en un siglo, el Concilio Ecuménico Vaticano II. Pero su directa relación con lo que sucede en Ucrania y la escalada militar que puede conducir a una Tercera Guerra Mundial fue previa a esa fecha en apenas dos meses: en agosto de 1962 se produjo lo que ha pasado a la Historia de la Iglesia, como el «Pacto de Metz». En dicha ciudad alsaciana se reunieron con el aval de sus autoridades respectivas, el Cardenal Tisserant, decano del Sacro Colegio cardenalicio, y el Metropolita Nikodim en representación del patriarcado de Moscú. El acuerdo consistió en que el inminente Concilio se abstendría de condenar explícitamente el comunismo, a cambio de asistir a él, dos representantes de la Iglesia Ortodoxa rusa como observadores. Fue sin duda una clara y anticipada aplicación de la que pasaría a ser conocida en el post Concilio como la «Ostpolitik», o política hacia el Este. Pero no empezó ahí la relación con la actual peligrosa situación mundial, porque fue esta misma política la que impidió dar cumplimiento a una petición que de haber sido atendida hubiera cambiado la historia mundial del siglo XX y del siglo XXI. En efecto, el documento conocido como «Tercer secreto de Fátima» le había sido ordenado a la Hna. Lucía escribirlo el día 3 de enero de 1944, cerrarlo en el interior de un sobre y no ser dado a conocer hasta 1960. En aquellos momentos se ignoraba cuál pudo ser la causa de fijar esa fecha, pero desde la perspectiva actual se entiende muy bien. Desde el «eterno presente» de Dios se sabía que en ese año estaría anunciado y en plena fase de preparación el Concilio…. y ¿qué mejor ocasión para realizar la Consagración –de Rusia pedida por la Virgen a su Inmaculado Corazón– «en comunión con todos los obispos del mundo», que la de un Concilio en donde están todos ellos presentes, y presididos por el Papa? María había anunciado que la Consagración traería la paz y evitaría la expansión de los «errores» de Rusia –el comunismo – por el mundo. Pesan más los respetos y juicios humanos que la Voluntad acreditada de Dios… que siempre respeta nuestra libertad. Y así estamos, y encima nos quejamos de Él.
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