Política

La decadencia de la Fiesta

Con la Justicia en cuadro no hay Fiesta Nacional que valga

En España la Fiesta Nacional no suscita emociones comunes. De su antiguo esplendor sólo queda el desfile militar, presidido por el Rey, que este año, superado el miedo al covid, recobra vistosidad en el Paseo de la Castellana de Madrid. La Fiesta encuentra serias reticencias o fuerte rechazo entre los nacionalistas catalanes y vascos. Tampoco suscita mucho entusiasmo en parte de la izquierda, que ocupa ahora el Gobierno bajo la presidencia del impopular Pedro Sánchez. Entre la gente del común, el 12 de Octubre sigue siendo, sobre todo, el día del Pilar. De manera voluntariosa y digna, grupos constitucionalistas aprovechan esta fecha señalada para manifestarse, sobre todo en Cataluña, a favor del sistema constitucional vigente, amenazado por las fuerzas separatistas y la izquierda radical. Eso es todo. No hay demostraciones de fervor patriótico, salvo que se considere como tal el entusiasta festejo de Vox, acompañado de lo más granado de la ultraderecha internacional. Tendría gracia que Santiago Abascal acabara apropiándose de la Fiesta Nacional por dejación de los demás.

Este año la Fiesta coincide con la incertidumbre de la guerra de Ucrania, la pulsión militarista y un notable incremento en los gastos de Defensa. Eso hace que el desfile de la Castellana adquiera un mayor significado y más alcance. Esperemos que la vistosa demostración de fuerza se quede en una alegre celebración y no sea un ensayo general. La Fiesta se ve también oscurecida por un llamativo asunto de actualidad: la grave crisis en el Poder Judicial tras la renuncia de Carlos Lesmes, presidente del Consejo. Ha estallado la tormenta en el centro mismo del entramado institucional. Nunca debería haber sucedido. Los dirigentes políticos no han estado en esto, entre reproches mutuos, a la altura de un país como España, que celebra su larga y brillante historia. Con la Justicia en cuadro no hay Fiesta Nacional que valga.

El 12 de Octubre empezó como Día de la Hispanidad en tiempos de Alfonso XIII. El descubrimiento de América y la integración de los reinos de España en una misma Monarquía –motivos de la celebración– han encontrado en los últimos tiempos, allí y aquí, más reproches que alabanzas. En 1987, con el Gobierno socialista de Felipe González, se cambió lo de la Hispanidad por la Fiesta Nacional, para «recordar solemnemente momentos de la historia colectiva que forman parte del patrimonio histórico, cultural y social común asumido como tal por una gran mayoría de los españoles». No parece que estas poderosas razones brillen hoy como en los albores de la democracia. Entre unas cosas y otras, la Fiesta Nacional ha decaído.