violencia

Olivia

La violencia no entiende de género sino de una enfermiza y dañina voluntad. Se ejerce cuando se puede y, lamentablemente, con un niño pueden tanto ellos como ellas

No hay dolor más profundo que el que deja la pérdida de un ser querido, especialmente un hijo al que hemos de cuidar y proteger. La Delegación contra la Violencia de Género contabiliza los homicidios cometidos por los padres, pero no los efectuados por mujeres. Sin embargo, desde 2007 de los cincuenta asesinatos cometidos, 24 menores perdieron la vida a manos de sus padres y 26 de sus madres.

La violencia no entiende de género sino de una enfermiza y dañina voluntad. Se ejerce cuando se puede y, lamentablemente, con un niño pueden tanto ellos como ellas.

La violencia vicaria, ejercida contra los descendientes para causar el mayor dolor a la madre o al padre de las víctimas mortales, es la más despiadada, busca provocar en la ex pareja el daño más desgarrador, salvaje y cruel que un ser humano puede recibir. Atentar contra los hijos tiene un fin: venganza. Y «si quieres ser feliz un día: véngate, pero si quieres ser feliz para siempre: perdona». Representa el fatal desenlace de dejarse llevar por los instintos más primitivos e inhumanos.

Admiro a Beatriz Zimmermann, la madre de las niñas de Tenerife Anna y Olivia, de uno y seis años, asesinadas por su padre, Tomás Gimeno. Consiguió dar un sentido trascendental a su partida y perdonar. Un día antes del primer aniversario de la desaparición de sus pequeñas, nació su tercera hija: Elsa, llenando su vida de amor y significado. Sin embargo, actuar desde el odio y la venganza, solo trae amargura.

La madre de Olivia había advertido que haría lo que fuera para que su hija no viviera con su padre. Cuando él consiguió su custodia, tras cinco años de lucha, con el calvario de denuncias falsas incluido, había conseguido su sueño: llevar a su hija a Segovia donde le esperaba una vida feliz.

Como él dice: «Esto no va de hombres ni de mujeres». «Es un dolor inmenso».