Historia
Unamuno y el inicio de la escuela de Madrid de Economía
Se observa cómo Unamuno era para ellos un auténtico maestro, quien, desde la Universidad de Salamanca, se acercó a la realidad económica española, difundiendo, desde ella, ese cruce de teorías y pensamientos
Siempre me han impresionado los conocimientos de economía que se observan al leer las obras de Unamuno. Por eso, agradecí enormemente a la profesora María Dolores Gómez Molleda, que me abriese las puertas para consultar, en Salamanca, la correspondencia de Unamuno. Gracias a ello, me encontré, por ejemplo, con el enorme impacto intelectual, –en todos los sentidos, y también en el de la economía–, que ejerció la personalidad de Unamuno. Don Miguel, además, estaba al tanto de por dónde marchaba la ciencia económica, en general, y acumuló noticias sobre la batalla del método, siguiendo muy de cerca el planteamiento historicista alemán. Y no se limitaba, exclusivamente, a conocer, desde Sombart, a Roscher –al que califica de «insigne»–, sino que, simultáneamente, sigue al tanto con otro planteamiento de la economía, desde el punto de vista metodológico. Me refiero al papel que tuvo respecto a Zumalacárregui, y, a través de Bernis, con Edgewort, nada menos.
Conviene señalar algo que mucho representó para la evolución de la economía política en España. El padre de Zumalacárregui era un magistrado de la Audiencia, y la profesora Gómez Molleda me relató datos sobre los paseos que con los Zumalacárregui daba por Salamanca. El hijo de este magistrado, José María Zumalacárregui, seguía la carrera de Derecho, por imposición de su padre, pero decidido a convertirse en Ingeniero, estudiaba por su cuenta matemáticas, precisamente en el momento en que irrumpía Walras, quien con Pareto, sirvió, con esos mensajes de la Escuela de Lausana, para orientarle a él y también a su padre, añadiendo a esos conocimientos, su preciso soporte matemático, y vincularlo todo con lo jurídico de las cátedras de Economía Política de la Facultad de Derecho. Y para afianzar la preparación del joven Zumalacárregui, fue Unamuno quien logró que pudiese conocer en el extranjero esa nueva realidad, que le abrió las puertas para alcanzar una cátedra de economía, por oposición, en la Universidad de Santiago de Compostela. De ella, se trasladó a la de Valencia, donde se convirtió en uno de los pilares del desarrollo de la economía española. Por eso, pasa a ser famosa su polémica continua con Flores de Lemus, siempre más seguidor de una línea historicista.
De ahí se derivó que, en Valencia, otro discípulo de un magistrado, Manuel de Torres, pasase a ser orientado hacia la economía por Zumalacárregui. No se puede explicar el nuevo rumbo de la economía española, desde 1959, olvidando los caminos que señalaba, de forma insistente Manuel de Torres, especialmente notables desde su incorporación, a partir de 1944, a la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. ¿Hubiera sido posible incorporarnos a la Unión Europea sin las aportaciones dirigidas por Torres, puestas en manos de Ullastres, de la Tabla input-output, y la Contabilidad Nacional de 1954?
No fue esta la única influencia que ejerció Unamuno, en España. Concretamente, como Rector de la Universidad de Salamanca, hizo posible que el profesor Bernis se trasladase de la de Santiago de Compostela, al ámbito de Unamuno. Se creó, así, una extraordinaria amistad, que también se planteó, de modo polémico, con Flores de Lemus, el cual alcanzaba, de este modo, una disminución en el terreno de la influencia política. Pasó a ser normal la violencia entre los candidatos de Bernis y los de Flores de Lemus, que llegaría hasta 1936.
Unamuno también amplió su papel, a través de Olariaga. Como he señalado en LA RAZÓN, el pasado 6 de noviembre, uno de los elementos de modificaciones fundamentales de la economía española –por ejemplo, la estatificación del Banco de España–, tiene en este economista una explicación clarísima. Pues bien, Olariaga tiene una base esencial, en su formación, por las relaciones que mantuvo, a un tiempo, con tres altísimas personalidades intelectuales españolas: Ortega y Gasset, Ramiro de Maeztu y Unamuno.
Junto a todos estos grandes economistas, vinculados intelectualmente con don Miguel, no se puede olvidar la aportación de otro buen economista, Bermúdez Cañete, autor de orientaciones oportunísimas, no solo en la Revista Nacional de Economía, sino también efectuadas en El Debate. Algo tan importante como el turismo tiene su raíz, precisamente, en Bermúdez Cañete; mas, por ser muy crítico con la desastrosa política económica del Frente Popular, fue tempranamente asesinado en Madrid, en julio de 1936.
Detrás de todos estos economistas se observa cómo Unamuno era para ellos un auténtico maestro, quien, desde la Universidad de Salamanca, se acercó a la realidad económica española, difundiendo, desde ella, ese cruce de teorías y pensamientos, por muchos lugares, sin olvidar el legado imprescindible dejado por el conjunto de economistas vinculados a ella, en nuestra etapa imperial, ése que tanto llamó la atención de grandes maestros mundiales, como Schumpeter. La emulación, precisamente desde la economía, volvía a surgir en Salamanca.
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