PSOE

Para los corruptos de todos los partidos

«Le reforma del delito de malversación abriría la vía, si nadie se lucra, para usar dinero público con fines partidistas»

Friedrich Hayek (1899-1992), el gran economista liberal del siglo XX rival de Keynes, dedicó su «Camino de servidumbre», libro de cabecera de Pablo Casado, a «los socialistas de todos los partidos». Defendía que en todas las formaciones políticas, también las conservadoras, existe una querencia por lo público y por el Estado asistencial. El Gobierno de Pedro Sánchez, que ha dado instrucciones internas para que en 2023 no se escatime en gasto, ayudas y subsidios de todo tipo –hay de momento 24.000 millones de euros para ese menester–, mima sus flancos débiles y, sobre todo, las relaciones con los indepes de ERC que, al fin y al cabo, son quienes le garantizan continuar en La Moncloa, al menos otro año. Luego, ya se verá.

El líder del PSOE, quizá el político español con menos complejos en el último medio siglo, no tiene problemas en hacer los equilibrios necesarios para seguir en el poder y si para eso hace falta cambiar el código penal una y dos veces, no importa, aunque, claro, todo se complica si además se cruza en el camino una ministra, como Irene Montero, justita en asuntos jurídicos y la lía con la ley del «sí es sí», que ahora resulta que favorece, con efectos retroactivos, a condenados por delitos «machistas». Montero, tan elocuente como confusa de contenido, culpa a los jueces y pide que se les eduque, a su gusto, claro. Los magistrados, salvo los incondicionales, pocos pero que existen, están que trinan con ella y también con la reforma del delito de malversación –y de sedición– a la carta, como exigen ERC y Gabriel Rufián.

Los «indepes» alegan que sin enriquecimiento personal –en el asunto catalán, vinculado a la secesión– no debería haber delito, lo que implicaría –según jueces de la Audiencia Nacional y del Supremo– que se puede disponer de los fondos públicos –de todos– con libre albedrío incluso para un fin partidista. Significaría que «los corruptos de todos los partidos», incluidos los de los ERE de Andalucía del PSOE y de la Kitchen del PP, si no se lucraron –hay casos–, serían unas hermanitas de la caridad, una especie de Robin Hood del siglo XXI. Eso, o una ley a la carta, como decía el Gran Wyoming en La Sexta, para alguien cuyo nombre empiece por «O» y termine por «L», ¿acaso Oriol Junqueras? Corruptos de «todos los partidos», diría Hayek.