Literatura

El corazón que no cede

Con ese material denso, dificilísimo de tratar en sus tinieblas, ha conseguido una narración que se lee al galope, adictiva, devoradora

Hace veinte años, en la librería La Central de Barcelona, presenté a Gregoire Bouillier, que publicaba su primer libro titulado «Informe sobre mí mismo». Yo acababa de debutar también con «Corre, rocker» y ambos textos, siendo diferentes, presentaban unas concomitancias significativas. Trataban hechos autobiográficos usando recursos y ritmos narrativos propios de la novela.

Tras la presentación, charlamos a solas durante largo rato –en un inglés muy torpe y frustrante para ambos– sobre las cuestiones literarias que nos obsesionaban. El recuerdo es entrañable: los dos teníamos entonces mucho más pelo que ahora, fumábamos ambos como carreteros con ansiedad y vestíamos unos chaquetones de cuero negro sospechosamente parecidos. Todo un retrato de aquella época.

Con los años y las obligaciones perdí la pista de Gregoire, aunque tuve noticia de que había seguido escribiendo y había publicado una obra en dos tomos titulada «El dossier M» que, desgraciadamente, no conoció traducción española. Las lejanas noticias coincidían en el mérito de haber solventado con éxito una creación de muy difícil ejecución. Quizá debido a ello, fuera de las fronteras francesas, no tuvo la repercusión que merecía.

Por eso me ha hecho muy feliz que cayera en mis manos un nuevo libro de él titulado «Le coeur ne cède pas»: una impresionante narración del caso real de una muchacha francesa que en 1985 decidió dejarse morir de inanición y contar esa agonía en sus diarios. El mérito de Gregoire es que, con ese material denso, dificilísimo de tratar en sus tinieblas, ha conseguido una narración que se lee al galope, adictiva, devoradora, incluso con una gran longitud de páginas. Allí le están dando ya premios.

Veo ahora esa imagen de conversación invernal y nocturna, evocada con cariño en el recuerdo, rodeados de estanterías de libros, y llego a la conclusión de que hay cosas que, por más años que pasen, afortunadamente no ceden. Ojalá su traducción al español fuera también una de esas insistencias.