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País Vasco

Meditación del optimista

Hasta donde alcanza la vista, ni Cataluña ni el País Vasco van a independizarse. No se convertirán de la noche a la mañana en Estados libres asociados de una España confederal, como sospechan algunos

Dice el escritor mexicano Carlos Fuentes que ejercer la crítica de la nación es una forma de optimismo y que sólo el silencio es pesimista. Con lo que está pasando ahora en España, el silencio de la crítica política sería demoledor, para echarse a temblar. Así que es reconfortante que la crítica fluya aunque a veces sea impertinente y se pase de la raya. Es preferible al silencio de los corderos. Los que ejercen el poder deberían ser los primeros en agradecerlo. Mientras haya voces críticas, hay esperanza. Lo peor son las mordazas, sobre todo las invisibles.

Espero que nadie lo tome como una provocación o una complacencia con los desvaríos del poder, mucho menos como un aliento a esos desvaríos. Todo lo contrario. Tampoco, por supuesto, como una justificación del comportamiento de los medios de comunicación, tanto los de un lado como los del otro, o como una frivolidad. Imbuido seguramente por el espíritu de la Navidad, déjenme que mire hoy el paisaje de España con optimismo crítico, destacando su luminosidad frente al sombrío panorama vigente, que tiene a muchos con el corazón en un puño.

Digo que no va a pasar nada irreparable. El sanchismo es un fenómeno pasajero. Este extraño Gobierno de coalición ha sido una experiencia política legítima, con más sombras que luces en mi opinión, y antes de un año se someterá, como mandan los cánones, al dictamen de las urnas. No es verosímil que el socialista Pedro Sánchez se resista a soltar el Poder, como temen algunos. Su trayectoria errática no le priva aún, creo, de su condición de demócrata. La alternancia se producirá sin trastornos mayores, aunque sea con algunas estridencias del ala radical. Porque esto no es el Caribe. Todo se desarrollará en el marco constitucional vigente aceptado por la inmensa mayoría. La Corona seguirá ejerciendo con prudencia –acaso excesiva– su papel moderador. Ni la Unión Europa ni la OTAN permitirían una quiebra antidemocrática en España. ¡No estamos solos! La democracia española no está desprotegida como al principio. El choque entre instituciones, como el incandescente conflicto entre el Gobierno y la Justicia, tenderá a suavizarse. Hasta donde alcanza la vista, ni Cataluña ni el País Vasco van a independizarse. No se convertirán de la noche a la mañana en Estados libres asociados de una España confederal, como sospechan algunos. La Constitución, a pesar de los ataques subterráneos que está soportando, va a seguir en pie. Y no es descabellado pensar que dentro de un año mejorará la posición de España en el mundo. Es la meditación del optimista en víspera de Navidad.

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