Opinión

La santa de la infancia espiritual

Hoy 2 de enero se cumple el 150º aniversario del nacimiento a esta vida terrenal de una santa que ocupa un lugar destacadísimo en el corazón y la devoción de los fieles de todo el mundo: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, más conocida como santa Teresita del Niño Jesús, o santa Teresita de Lisieux. La historia de su vida, conocida como «Historia de un alma», fue escrita por ella en obediencia debida a su hermana Inés, que era la priora del Carmelo quien, conocedora de las maravillas que Dios había hecho en Teresita, quiso constaran debidamente registradas.

En el Carmelo es una tradición que, al fallecer una carmelita, la Madre priora envíe una «carta de edificación» cual necrológica a las comunidades que la hubieran conocido, comunicando la noticia. «La Historia de un alma» que Teresita había escrito cumplió esa misión en apariencia ordinaria, y ahí comenzó su huracán de gloria. Una jovencita que ingresó en el Carmelo con apenas 16 años –previo paso por Roma para pedirle el favor de su entrada anticipada al Papa León XIII– y que había fallecido con 24, sin salir de su convento se convertirá en santa, doctora de la Iglesia y copatrona de las misiones universales, así proclamada por el Papa Pío XI, que la beatificó en 1923 y la canonizó en 1925 como «la estrella de su pontificado», y «la santa más grande de los tiempos modernos».

La doctrina de «la Infancia espiritual» como su «caminito» para alcanzar la santidad, mereció que san Juan Pablo II en el marco de la JMJ de París en 1997, centenario de su partida al cielo, la proclamara Doctora de la Iglesia, reconocimiento del que solo gozaban santa Teresa de Ávila y santa Catalina de Siena hasta ese momento; lo que ya es significativo de la importancia que para la Iglesia tiene su «caminito».

Copatrona de las misiones junto a san Francisco Javier, él sobre el terreno y ella desde la celda, acompañando a los misioneros mediante la oración, el sacrificio y la penitencia, ahora sus restos peregrinan por el mundo como reliquias acompañados de la veneración de los fieles. Sus padres, Louis Martin y Celie Guerin, gozan del privilegio de ser el primer y único matrimonio canonizado conjuntamente, lo que constituye otra prueba de la singular predilección de Dios por esta joven santita carmelita. Las reliquias de ambos peregrinan también ahora junto a las de su hija y estos días disfrutamos de la gracia de tenerlas en Barcelona para ser veneradas por sus innumerables fieles devotos.