Influencers

Ganaron tus ganas

La muerte de quien ha vivido intensamente hasta el final, no es una derrota

Ayer Elena se despertó mal, «nada bien, un muy susto» como textualmente dejó escrito en su cuenta de Instagram. Fue quizá un destello de íntima visión de lo que pocas horas después sucedería: el final, la muerte. A veces, cuando llevas tiempo conviviendo con el cáncer, danzando a diario y en cada esquina con una incertidumbre que nunca te abandona, intuyes el final del baile y sabes que todo se va a apagar. Entonces te hundes y te dejas caer, o te sobrepones y te enfrentas a lo inevitable con la dignidad de los grandes. No es fácil esto último. No es fácil sostenerse en medio de una enfermedad que te va consumiendo. Pero a veces hay seres humanos que deciden plantarle cara, asumir su realidad –el cáncer es una putada, una gran e inmensa putada– y se disponen a vivirla sin la resignación de los derrotados, con toda la intensidad y las ganas que una vida condicionada por el cáncer pueden brindar, que no son pocas.

Elena Huelva decidió que si su sarcoma de Ewing le iba a destrozar los huesos, armaría su corazón y alimentaría su voluntad con un deseo de vivir tan irrefrenable, que ni siquiera la inminencia de su muerte iba a ser capaz de detener. Añadió a eso un espíritu tan libre y tan decidido que optó por compartir en las redes sociales sus ganas de ganar, pertrechada de la insólita lucidez, a sus veinte años, de haber entendido que hacerlo sería terapéutico para ella pero, sobre todo, para los cientos de miles de personas que aprenderíamos a ser mejores siguiendo su ejemplo.

Vuelvo a ver una y otra vez su último video colgado en Instagram. Está cansada, pero no de vivir ni de luchar, simplemente agotada de un proceso que la ha consumido poco a poco. Si se presta atención a sus ojos, están algo más apagados, pero conservan la intensa vitalidad que ha desplegado en cada una de sus apariciones públicas. Siempre luminosas, siempre ejemplares.

Porque no se siente derrotada, porque no ha sido derrotada: la muerte de quien ha vivido intensamente hasta el final, no es una derrota. No hay nada más injusto que despedir a alguien diciendo que «perdió la batalla contra el cáncer». Se lo escuché decir hace tiempo a Sandra Ibarra. El ejemplo de Elena Huelva nos lo muestra hoy con claridad meridiana: se ha ido, pero no ha perdido; se despide, se va, nos abandona, pero ella nunca se abandonó y su marcha, dolorosa, tiene sin embargo la brillante dignidad de los que son ejemplo de vida. Sus ganas finalmente han ganado. ¿Acaso su recuerdo, su ejemplo, su verdadera influencia sobre miles de personas, tiene alguna arista afilada de desazón o derrota? ¿No nos ha enseñado a todos, desde la adversidad de sus veinte años apenas cumplidos, cómo se puede vivir en la incertidumbre con una energía y unas ganas verdaderamente ejemplares? ¿No hemos ganado todos con su historia y sus sonrisas?

Ganaron tus ganas, Elena. Las de reír, las de crear, las de llenarnos de vida. En estos tiempos de banalidad y sectarismos, de «influencers» de medio pelo, y vomitiva frivolidad, te vas a quedar entre nosotros como alguien que desde la enfermedad nos llenó a todos de vida. Nos inspiró a todos. Gracias. Hasta siempre.