Economía

El mundo feliz de Sánchez, pero quizá no tan feliz

La economía española resiste y resiste bien, pero gracias al gasto público, que se alimenta de impuestos y de una deuda pública que ya supera los 1,5 billones de euros

Aldous Huxley (1894-1963), el autor de la famosa distopía «Un mundo feliz», decía en esas páginas que «los hechos no dejan de existir aunque se los ignore» y que «vernos a nosotros mismos como nos ven los demás es en extremo conveniente». El escritor describía una sociedad, en teoría feliz, pero anestesiada, química y psicológicamente, por un gobierno totalitario-controlador, que creaba una ficción falsa de felicidad. Pedro Sánchez, en esta ocasión con algún motivo, lanzó ayer las campanas al vuelo del autobombo para celebrar que la economía española creció un 5,5% el pasado año, más de lo previsto por el Gobierno, tras revisar sus pronósticos, pero menos que los cálculos iniciales. España –es la buena noticia– elude la recesión, aunque el crecimiento del último trimestre haya sido tan raquítico como el 0,2% que, si se mantiene, retrasará hasta entrado 2024 la recuperación de las condiciones económicas pre–pandemia. España es el país de la eurozona que más creció en 2022, pero también es cierto que las economías de esos países ya son mayores que antes de la Covid-19. «Los profetas del Apocalipsis», como dice el presidente no han tenido razón. Es cierto, pero tampoco hay tanto que celebrar.

El consumo de las familias se desplomó –pinchó si se quiere ser más amable– en el último trimestre de año, justo en la época de la campaña navideña. Lo mismo ocurrió con lo que se llama la inversión productiva, es decir, la de maquinaria, bienes de equipo y de propiedad intelectual, que cayó hasta un 5,8%. También sufren los sectores del comercio, la hostelería y la construcción. Ante esos datos, el crecimiento raquítico de la economía en el último trimestre se explica por dos factores: 1) por el gasto en consumo de las Administraciones –gasto público–, que aumenta 3,7 puntos con respecto al trimestre anterior; 2) por el sector exterior, porque mientras que las importaciones cayeron un 4,2% –otro signo de debilidad– las exportaciones solo lo hicieron un 1,1%. Por otra parte, en el último trimestre del año el número de ocupados cayó en 81.900, el peor dato desde 2013, pero con el matiz de que mientras el sector público creó 20.000 empleos, en el privado se perdieron 102.000. En otras palabras, la economía española resiste y resiste bien, pero gracias al gasto público, que se alimenta de impuestos y de una deuda pública que ya supera los 1,5 billones de euros. Un mundo quizá no tan feliz y «una mentira con interés puede ser destapada por una verdad aburrida» como decía en su ya clásica distopía Aldous Huxley.