Economía

Una economía dopada

Las estadísticas económicas son tan frías como interesantes. Este jueves tuvimos una fuerte dosis de ellas con los malos datos de empleo, que se unen a las pésimas sobre la inflación del martes. Me cuesta entender la euforia gubernamental, pero están instalados en una campaña electoral permanente y todo es bueno para la cocina de La Moncloa. El objetivo de la UE es controlar la inflación y bajarla al 2 por ciento, algo que comporta enfriar la economía y, sobre todo, perjudicar a las clases medias y bajas. Los ricos nunca tienen problemas. El club de los que ganan más de medio millón de euros juega en otra liga. Las subidas brutales en las hipotecas afectan a los de siempre, pero esto no preocupa a Lagarde y sus mosqueteros del BCE. Por supuesto, forman parte de ese elitista club y cuando se jubilen vivirán cómodamente de sus fabulosas pensiones como euroburócratas, así como de los millonarios ahorros que han acumulado tomando decisiones desde sus respectivas torres de cristal. No hay duda de que es un papel muy cómodo, porque sus errores, que son habituales, los pagan los sufridos ciudadanos.

Los datos del paro son malos, pero es verdad que tenemos una capacidad de endeudamiento público enorme que no conduce a una crisis de deuda soberana. Esto permite que la economía se mantenga, no cierren las empresas y se incremente el paro a niveles de 2011. No es ningún mérito de la política del gobierno, como tampoco de ninguno de los socios de la UE, porque no hay nada más agradable que gastar sin límite. La guerra de Ucrania se ha convertido en un cheque en blanco. No hay que cumplir ninguna regla presupuestaria. A la vez que incrementamos las ayudas al sufrido pueblo ucraniano engordamos los ingresos multimillonarios de la industria armamentística. Lo habitual en cualquier guerra. El empleo público crece desbocado en España, pero también el gasto corriente y en pensiones. Como la economía está dopada se incrementan, también, los ingresos tributarios. Todos muy felices instalados en esta ficción. La guerra será larga, porque Putin tiene la firme decisión de mantener la presión para conquistar las zonas que ha declarado formalmente como parte de Rusia. Y la deuda seguirá creciendo, creciendo y creciendo. ¿Hasta cuándo podremos aguantar?

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)