Letras líquidas

69 minutos y la violencia vicaria

Y la última, o la primera, en realidad, de las preguntas que nos interpelan: ¿puede un maltratador ser buen padre? La respuesta, a la vista de los hechos, es clara

En la era del «clickbait» y la catarata informativa los expertos alertan del valor de la atención. Estudios científicos tratan de determinar el tiempo medio que dedicamos a las cuestiones que nos llegan a lo largo del día y, aunque hay muchas teorías, físicos de la Universidad de California han conseguido concretarlo: una noticia nos ocupa 69 minutos. Después, nuestra mente se va a otro asunto. Y hay temas, efectivamente, que merecen que nos traslademos pronto a otro lugar y que no les dediquemos más esfuerzo, pero otros requieren, además de una reflexión más profunda, un empeño mayor, individual, colectivo, o ambos, para lograr resolverlos. Esta semana nos ha conmocionado el terrible crimen de Almería: un hombre acaba con la vida de sus dos hijas de dos y cuatro años y después se suicida. El hombre, el asesino, tenía una orden de alejamiento y esto condiciona el análisis. Estamos ante un caso de violencia vicaria.

Ya no existe duda sobre la tipología de esos crímenes cometidos con el objetivo de infligir el mayor daño a la madre (o al otro cónyuge): la maldad combinada con el machismo más destructivo representa un fracaso de la sociedad y deja en este caso, también, suficientes interrogantes que exigen una contestación jurídica. ¿Cómo fue posible que el padre estuviera con sus hijas en un lugar aislado, sin terceros, cuando estaba vigente una orden de alejamiento de la madre? Aunque el Código Civil establece que en estos supuestos se suspende el régimen de visitas, pueden fijarse excepciones, y en el drama de Almería la propia madre solicitó recuperar los encuentros, pero ¿puede una mujer víctima de violencia de género tomar esta decisión en libertad, sin que el miedo la determine? Y la última, o la primera, en realidad, de las preguntas que nos interpelan: ¿puede un maltratador ser buen padre? La respuesta, a la vista de los hechos, es clara, aunque después necesitemos más de 69 minutos para perfeccionar leyes y engranajes judiciales e intentar acabar, para siempre, con la violencia vicaria.