Sin Perdón

Ábalos, el Waterloo de Sánchez

«No es una campaña de la derecha, sino de propio partido que lo considera un juguete roto, prescindible»»

Han pasado cien días que parecen una eternidad. La información se desplaza a una velocidad vertiginosa. Tras huir de Elba y regresar victorioso a Paris, Napoleón se mantuvo solo Cien Días al frente el Primer Imperio Francés. La derrota en Waterloo puso punto final al sueño del emperador. Sánchez lleva ese mismo tiempo y no ha parado de cosechar una derrota tras otra hasta llegar a su Waterloo de manos de sus amigos Ábalos y Koldo. El otrora todopoderoso secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento se ha convertido en un paria. Le han suspendido temporalmente de militancia y le han abierto un expediente que concluirá, previsiblemente, con su expulsión. Por mucho menos, pusieron de patitas en la calle a Joaquín Leguina y Nicolás Redondo Terreros. Ábalos se presenta como un peón y un mártir que tiene que defender su inocencia. Lo han estado masacrando los suyos, con filtraciones y ataques directos, pero ahora llegará lo más duro porque el esperpento alcanzará una intensidad brutal.

No es una campaña de la derecha, sino de su propio partido que lo considera un juguete roto del que tienen que prescindir. Los mismos que le hacían la pelota ahora son sus más feroces detractores. Es lo que le sucedió al propio Pedro Sánchez. En aquellos tiempos, el caído Ábalos era su más fiel paladín. Fue decisivo para que el actual líder socialista no acabara en la papelera de la historia. No hay que sorprenderse porque todo es efímero en política y Sánchez, al igual que Napoleón y otros líderes, acabará perdiendo el poder. Es un mundo de ficciones, mentiras y traiciones, pero también sucede en otros ámbitos. El PSOE quiere montar una comisión de investigación en el Congreso para ver si socializa el escándalo, pero no podrá. La legislatura está agotada en cien días, porque comienza una lucha de trincheras como sucedió en la Primera Guerra Mundial. En este caso, Sánchez está derrotado, aunque no lo sepa. Hasta el último momento, los poderosos generales alemanes esperaban cambiar el sentido del conflicto, pero no lo consiguieron. No tiene otra salida que encerrarse en La Moncloa, pero el vía crucis judicial y electoral será muy duro.

Francisco Marhuenda es catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)