Letras líquidas

Ni alemanes ni italianos: política a la española

Dos semanas después del 23J continuamos instalados en la más absoluta españolidad, aferrados a unos bloques, ideológicos o partidistas, prefabricados e inflexibles

Que somos españoles es una evidencia que no merece más aclaración. La definición que nos representa, así en positivo, viene a refutar esas otras a las que, a veces, recurrimos: no somos italianos (con su capacidad para sortear el caos); no somos alemanes (con sus grandes pactos). Con estas dos negaciones tratamos de explicar por qué seguimos embrollados en el laberinto en el que se instaló nuestra vida política allá por 2014. Aspiramos a justificar, quizá, la incapacidad para encajar la pluralidad de partidos con un funcionamiento eficiente de la actividad pública. Solo así se entiende la anomalía (o incapacidad) democrática que nos ha llevado a repetir elecciones en dos ocasiones, en 2016 y en 2019, y que amenaza con hacer bueno el refrán de «no hay dos sin tres» y acercarnos al sufragio, de nuevo, en plena Navidad.

En el intento de salir de la parálisis que impide la formación de gobierno, o cuando menos, la ralentiza, las propuestas para intentar escapar del bloqueo van surgiendo. Y las hay de distinto nivel. Unas más estructurales y otras más superficiales. Entre las primeras se encuentra la pretensión cíclica de un cambio en la ley electoral. Nuestro modelo organizativo, el de representación parlamentaria, nació como respuesta a un tipo de estructura social concreta. El legislador quiso compensar las tradicionales desigualdades territoriales con un método de reparto de escaños que redistribuyera el peso en la intervención pública. El paso del tiempo, y las características de la España del siglo XXI, han provocado ciertas disfunciones representativas al duplicar, en realidad, la esencia que debiera tener el Senado. Sin embargo, la posibilidad de cambio del sistema electoral no acaba de cuajar y termina reducida a una opción teórica con pocas posibilidades de concreción.

Eliminada esta opción, las otras vías para evitar una negociación agónica pasan por un gran acuerdo entre los partidos mayoritarios, la abstención de uno de ellos para que gobierne el otro en minoría, sujeto a negociaciones puntuales sobre cuestiones concretas, como una versión ligera de la gran coalición germana o por la habilidad italiana para encontrar soluciones imaginativas, ¿algún Draghi en la sala? Dos semanas después del 23J continuamos instalados en la más absoluta españolidad, aferrados a unos bloques, ideológicos o partidistas, prefabricados e inflexibles, con el empeño de reajustar nuestro modelo democrático a un estilo político que no se centre en el paso por las urnas. Ni en agotarnos por acudir a ellas.