
Quisicosas
El Algarrobico
Ha perdido el PP una gran oportunidad de justicia y restitución y ya es hora de que aprenda que hemos entrado en una era en que la rapidez es un grado
Así se gobierna. Mi sonoro aplauso al ejecutivo socialista. Para uno que veranee en Galicia, «El Algarrobico» de Almería no es nada, un nombre. Pero para cientos de miles de amantes de la belleza y la naturaleza es un calvario, un eccehomo, el epítome de la desgracia. Uno de los más exóticos y hermosos parajes europeos, completamente virgen, sin un edificio en lontananza y con kilómetros de arena depositados plácidamente en el regazo de un mar increíble, donde llegó una constructora que, en mitad de la nada y en primera línea, empezó a construir un monstruo, un horrendo hotel de cemento de 400 habitaciones. El Algarrobico es un símbolo de la barbaridad inmobiliaria. Ya no estamos en el desarrollismo, ni somos mendigos que necesiten desesperadamente el turismo barato. El Cabo de Gata, en el extremo sureste de la península, se salvó de convertirse en un Torremolinos porque era un desierto ventoso. En los 80, cuando los promotores lo consideraron para un gran puerto deportivo, una mujer, Doña Francisca, propietaria de buena parte de las tierras, se negó a ese brutal modelo de desarrollo. Francisca, que además cedió su chalet, de extraño estilo cántabro, como sede del museo local de pintura indaliana, antepuso el gusto a la avaricia. Que allí se plantase uno de los más feos edificios imaginables fue un escupitajo de locura que levantó indignados no sólo a todos los ecologistas de España, sino a montones de amantes de lo bello. Décadas llevaba el hotel parado, el ayuntamiento de Carboneras sin reaccionar, décadas la Junta sin intervenir, por dejación de Sevilla hacia Almería y décadas el ejecutivo, pasando. María Jesús Montero, candidata del PSOE en Andalucía por dedazo de Sánchez, que en principio lo tiene todo perdido allí, con un Juanma Moreno arrollador, ha olfateado el nicho de votos y anunciado que expropia El Algarrobico y lo tira. Sencillamente, ha sido uno de los días más felices políticamente de mi vida. He escrito mucho sobre este drama. Dice la Junta que no es la forma más eficaz de hacerlo, ni siquiera la más barata y que se salta las negociaciones en curso, pero llega tarde. El que ve el problema y la oportunidad y vale para ello, reacciona.
Ha perdido el PP una gran oportunidad de justicia y restitución y ya es hora de que aprenda que hemos entrado en una era en que la rapidez es un grado. A un electorado acostumbrado a la celeridad, en plena revolución tecnológica de la inteligencia artificial y las comunicaciones instantáneas, no se le puede pedir una espera interminable. Esto lo han entendido muy bien Donald Trump o Pedro Sánchez y más le vale a la vieja Europa que lo incorpore rápido, o desaparecerá.
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