
Aunque moleste
La amenaza desde dentro
No está en peligro la democracia, sino sus cargos, despachos y coches oficiales
Reunida ayer de emergencia en París, la tecno-élite europea está escandalizada por las palabras del vicepresidente norteamericano, J.D.Vance, que fue más allá que Trump en su crítica al buenismo en el que se ha instalado la UE de Macron y Von der Leyen. También de Sánchez, defensor hasta hace poco de suprimir el Ministerio de Defensa, y ahora pretendido líder de la oposición al trumpismo satánico que pretende llegar a un acuerdo de paz sobre Ucrania. Claro, no es de extrañar que cotice al alza el euroescepticismo ante la perspectiva de tener que bendecir los discursos de Sánchez y Scholz, cada día más enfocados en la persecución de la disidencia. Usan la palabra «democracia» para justificar los «muros», «cortafuegos» y «cordones sanitarios» a quienes piensan diferente, aunque éstos cuenten con el apoyo más que masivo de millones de ciudadanos europeos. En lugar de hacer autocrítica, la aristocracia woke-globalista se echa las manos a la cabeza tildando a Vance de extremista, por decir, formalidades al margen, cosas tan reales como que cuando se pretende censurar o cancelar a quienes ganan elecciones, no podemos hablar democracia sino de retroceso en sus valores, que Estados Unidos mejor que ningún otro país del mundo representa. Gane Biden, gane Obama o gane Donald Trump. A ver si la democracia sólo va a ser válida cuando vencen los nuestros, por muy diferentes a nosotros que sean. «La voz de la gente importa», dijo el vice USA, y con razón. Y dijo también que en Europa la ciudadanía está votando contra las olas de inmigración ilegal, promovidas, autorizadas o mal gestionadas por quienes hoy nos gobiernan. O sea, Macron, Scholz, Sánchez y compañía, los perdedores de las últimas elecciones europeas, que siguen mandando gracias a que se pusieron de acuerdo para evitar que gestionen los que en verdad ganaron. Un pacto que justifican porque «la democracia está en peligro», cuando lo único que está en peligro son sus cargos, sus despachos, sus coches oficiales y sus chiringuitos. No sólo en eso Vance tiene razón. También la tiene cuando asegura que no es muy democrático censurar, cancelar o clausurar a quienes discrepan, utilizando la argucia de que «desinforman» o niegan las verdades por ellos establecidas y por sus comisarios esparcidas. Algo así como lo que hacían los «komissar soviéticos» (en expresión de J.D.), cuando actuaban de comisarios políticos en defensa del Kremlin.
Se le puede reprochar al vicepresidente norteamericano que no haya sido «políticamente correcto», aunque también es de agradecer que alguien de su nivel se exprese con claridad en un mundo en el que gobierna la hipocresía. Anular las elecciones en Rumania porque venció un «outsider», amparándose la Justicia en que recibió 100 mil euros en publicidad digital pro-rusa, no es más que un argumento ridículo, amén de vergonzante, por lo demás nada democrático. Menos aún la posición de Scholz a favor de hacer lo mismo en Alemania si gana la AfD. La amenaza para Europa está en Europa, dentro de la UE. En vez de analizar el motivo de por qué sube la ultra-derecha, nos dedicamos a cancelarla. Pero a los ciudadanos que les votan no les van a cancelar. Y les apoyan no porque sean fascistas, sino porque sus problemas los generó la élite que actualmente les gobierna.
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