La situación

Amnistía a toda prisa

«El benefactor prefiere que el beneficiario no aparezca por el territorio español hasta que la investidura se haya completado. Después, todo dará igual»

Están las huestes de Yolanda Díaz excitadas ante la posibilidad de pasar a la historia como aquellos que urdieron el gran pacto que trajo de vuelta a casa a Carles Puigdemont. Ya no será solo Santiago Carrillo quien, en sus contactos clandestinos con Adolfo Suárez, consiguió una ley de amnistía. Yolanda Díaz será la segunda militante del Partido Comunista de España que aparecerá en esa lista de solo dos personas.

Pero esas prisas por trascender en el tiempo no coinciden con las de Pedro Sánchez. El líder socialista necesita que Puigdemont sea dadivoso. A cambio, Sánchez habrá de serlo aún más, concediendo al prófugo y a sus conmilitones la gracia de quedar libres, sin que a ellos se les apliquen las leyes que sí rigen para los demás (nada mejor que ser un sedicioso malversador para que te perdonen los delitos en nombre del bien general). Pero hay algo que no le cuadra al presidente: la exigencia de Puigdemont de ser amnistiado antes de que se celebre la sesión de investidura. De ser así, el prófugo dejaría de serlo y se podría plantar en Barcelona antes de que Sánchez comparezca en el Congreso. El debate y la votación de investidura se desarrollarían en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo condicionados por la imagen del delincuente al que se le perdonaron sus afrentas paseando por Las Ramblas en loor de multitudes independentistas.

Puigdemont quiere que sea eso lo que pase por dos motivos: burlarse de su benefactor Pedro Sánchez y asegurarse de que Sánchez cumple el compromiso por adelantado, porque no se fía de él. Pero el benefactor prefiere que el beneficiario no aparezca por el territorio español hasta que la investidura se haya completado. Después, todo dará igual: la amnistía –con el eufemismo que Moncloa diseñe para bautizarla– se ejecutará, igual que ya ocurrió con los indultos y la eliminación del delito de sedición y la rebaja de la malversación y tantas otras cosas. Todo se deglute, aunque resulte indigesto. Y, sin embargo, no es realista pensar que se van a ganar siempre las apuestas a doble o nada.