El trípode

Aragonès: el actual portavoz del Gobierno

Ante la mayoría de representantes de las comunidades autónomas y de las ciudades de Ceuta y Melilla, reiteró lo que ya sabemos: «auto amnistía y referéndum para decidir si nos vamos de España».

Lamentable el papel del silente Congreso de los Diputados –constituido ya hace más de dos meses– que «no sabe no contesta», cual un convidado de piedra ante todo lo que sucede en España y en Oriente Próximo, y con Sánchezstein ejerciendo la presidencia semestral de la UE. Por algo el sanchismo lo puso a merced de una presidenta Francina Armengol, no para ejercer como la 3ª autoridad del Estado y titular del Poder Legislativo independiente del Poder Ejecutivo, sino para actuar como una mera prolongación de La Moncloa al servicio de los intereses políticos suyos y los de sus plurinacionales socios de gobierno y aliados parlamentarios. Ante ello, el Senado toma la iniciativa política para debatir sobre la auto amnistía exigida por Puigdemont para que Sánchez y Yolanda puedan seguir en sus cargos una temporada más. En nombre del Gobierno intervino el president de la Generalitat que hizo un mitin separatista en catalán en la Cámara de representación territorial para no ser menos que su predecesor, todavía prófugo de la Justicia y fugado en el maletero de un coche, convertido por Sanchezstein en el «amo» de la deplorable situación en la que se encuentra la autoestima, dignidad y reputación de España.

Ante la mayoría de representantes de las comunidades autónomas y de las ciudades de Ceuta y Melilla, reiteró lo que ya sabemos: «auto amnistía y referéndum para decidir si nos vamos de España». No asistieron los tres presidentes sanchistas ni miembro alguno del Gobierno en funciones, y ni siquiera la ministra de Política Territorial, Isabel Rodríguez, que mitinea los martes en la Sala de Prensa de Moncloa como si estuviera en la de Ferraz ante sus palmeros militantes de nómina. Por no respetar, ya ni se respetan elementales normas de educación, con Aragonès yéndose de la tribuna sin quedarse a escuchar las intervenciones de sus colegas del resto de España, que sí le escucharon a él desde sus escaños. Aunque sí tuvo tiempo para reunirse con sus progresistas aliados de Junts y Bildu antes de regresar a Barcelona. Antes del pasado 7 de octubre, fecha del ataque terrorista de Hamás, la investidura parecía clara ante la alternativa de darle la palabra a los españoles en una repetición electoral pero ahora sin margen para que Sánchez «cambiara de opinión», es decir, mintiera nuevamente. La caja de Pandora abierta ese día ofrece un futuro tan imprevisible como grave, y que es incompatible con un gobierno de España integrado con quienes están más próximos a los postulados de Hamás e Irán –que no de los palestinos– que a los de Israel y la UE.