Sin Perdón
Armengol, la apologeta del sanchismo
«La virtuosa Francina es leal, mantiene la palabra y ejerce su compromiso sin importarle cualquier exceso dialéctico o tropelía institucional»
La presidenta del Congreso muestra una fidelidad indestructible a Sánchez. Es cierto que alcanza los niveles propios de una acólita, pero es muy útil a su señor. Al igual que los antiguos soldados iberos hace gala de esa «devotio» a su jefe militar que les hizo tan valiosos en las guerras en las que participaron. La virtuosa Francina es leal, mantiene la palabra y ejerce su compromiso sin importarle cualquier exceso dialéctico o tropelía institucional. Hay que reconocer que es una auténtica apologeta del sanchismo. Al igual que los escritores del cristianismo primitivo defendían la fe cristiana de las acusaciones de los paganos, ella deslumbra entre los palmeros del líder socialista. Mientras Conde-Pumpido es el sumo sacerdote y Óscar Puente el mamporrero dialéctico, Armengol es la vestal que en el Congreso cuida la llama del sanchismo que es la religión que ha sustituido al socialismo y que hace que sus dirigentes actúen poseídos con un fervor que eclipsaría a los nizaríes o hashshashin. Patxi López es otro fiel que hubiera sido un digno Sheij al-Yebal de esta secta que asume cualquier mentira o cambio de opinión y que está dispuesta a blanquear a Puigdemont, Junqueras, Otegi o quien haga falta a mayor gloria de Sánchez que es su Nizar.
El discurso de la apologeta fue deleznable, porque hizo una intervención propia de un mitin de partido. No esperaba mucho de una nacionalista catalana que no se diferencia en nada de los postulados del ERC. Le gustaría vivir en una nación que tuviera Barcelona como capital y fuera una confederación formada por Cataluña, Baleares y la Comunidad Valenciana, aunque a estos pancatalanistas les encanta exprimir la vaca española. Es muy significativo que no acabará su intervención, a diferencia de lo que hizo su antecesora hace cuatro años, con un «Viva España, Viva el Rey». Es lógico, porque no lo siente. Se sentiría más cómoda gritando «Viva la República», «Viva Sánchez». Podría ser la presidenta del parlamento republicano. Tras escucharla, parece que nadie ha hecho nada, salvo los socialistas. La desfachatez y el fervor de los apologetas eclipsa al propio presidente del Gobierno y faro del socialismo mundial.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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