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Biblioteca Harley-Davidson

Atractivo y belleza

Si el modificador me pone en su desnudo falso con tableta y abdominales tensos propongo cierta indulgencia para él

Esta semana la Guardia Civil ha detenido a un adolescente que generaba desnudos falsos con la Inteligencia Artificial. Por lo visto, con los medios actuales, era capaz de coger cualquier foto (de usted o de mí) y transformarla en un retrato en pelota picada que podía pasar por real si uno no se fijaba mucho en los detalles.

Mi posición ante este tipo de hechos es clara: si el modificador me pone en su desnudo falso con tableta y abdominales tensos propongo cierta indulgencia para él. Si, por el contrario, fabrica una falsificación verosímil (desnuda o vestida) en la que me coloca con el peinado de Kim Yong Un, caiga sobre él la cadena perpetua sin ningún tipo de piedad.

Todas estas cuestiones del nudismo se reducen finalmente a asuntos de estética y buena educación. Echándole un vistazo a la pinta que suelen tener esos frikis de la informática que degluten horas de ordenador jugando con la Inteligencia Artificial, es difícil concebir muchas esperanzas de que la estética ocupe un lugar preeminente en su lista de cosas importantes. Por eso veo improbable que comprendan la diferencia que existe entre dos conceptos tan colindantes como la belleza y el atractivo.

La belleza es una cosa de estatuas, un italianismo, un concepto que se amanera con facilidad. En español, tenemos una palabra que a mí me gusta mucho más, que es la hermosura. Cuando vemos a un niño gordo y feo, pero sonrosado y alegremente pleno de vitalidad, pensamos inmediatamente: «¡Que hermoso está!». Debido a ello, yo no aspiro a pasarme la vida rodeado de bellezas sino de hermosuras.

Lo mismo sucede con el atractivo. El atractivo es algo indefinible que mezcla biología, gracia personal y un conjunto de factores aleatorios e impredecibles, lo que los cursis llaman ahora «random». Por eso la IA, que se basa en la media predecible, nunca podrá imitarlo.