Opinión
Sobre autovías y otras falsedades
Dijo Bismark, o al menos se le atribuye, que «nunca se miente más que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones»
Dijo Bismark, o al menos se le atribuye, que «nunca se miente más que después de una cacería, durante una guerra y antes de las elecciones». Tengo un amigo cazador que engorda varios kilos cada vez que narra el número de elefantes que ha sido capaz de tumbar en sus salidas africanas. En las guerras, como es bien sabido, nadie cuenta nunca una verdad. Dijo Goebbels: «Miente, que algo siempre quedará. Cuánto más grande sea la mentira, más gente la creerá». Bush hijo engañó al mundo entero con unas armas de destrucción masiva que nadie pudo encontrar nunca en Irak, y no digamos ahora Putin, Biden o hasta Zelensky. Aunque los que más embustes sueltan son los políticos en campaña electoral. Tenía razón Bismark. Solo que, como antes se atrapa a un mentiroso qué a un cojo, el político trolero está obligado a seguir mintiendo para sostener la certeza de su primera falsedad.
A Sánchez le cazó el otro día Feijóo en el auténtico debate negando que se haya comprometido ante Europa a poner peaje en las autovías. Lo negó tres veces y lo sigue negando, pese a que su director de Tráfico, Pere Navarro, le ha dejado en evidencia. Lo reconoce la mismísima Comisión. El Gobierno español se comprometió por escrito a cobrar peaje por el uso de las autovías en 2024. Mentir es siempre una forma de autodefensa y Sánchez se defendió de algo que le incomoda en campaña electoral enredándose con 20 nuevos argumentos igual de mendaces para tapar lo que no es posible. Claro que, cuando se vive de la mentira, la credibilidad se va perdiendo, y entonces hay que decir alguna verdad para que te crean cuando mientes. Es pura estrategia maquiavélica, que decía Renard. Por eso hay que seguir erre que erre con la farsa. Quizás porque la mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo.
«No miento, cambio de opinión», le soltó a Alsina y se quedó tan fresco. Se autoconvence uno de que lo que dice no es ficción y se lo cree de verdad. Que no se ha comprometido a cobrar por usar las autovías. Que Zapatero nunca congeló las pensiones. Que él no ha pactado con Bildu, solo han coincidido en alguna votación puntual. Que no indultó a golpistas ni eliminó el delito de sedición para socorrer a esos golpistas separatistas. Que no abarató la malversación para beneficiar a los condenados del «procés». Que no espiaba a los indepes. Que no legisló para reducir las penas a los agresores sexuales y violadores. Que no ha cambiado de posición sobre Marruecos. Que no usa el Falcon para actos del partido. Que no es amigo de Maduro ni dejó entrar a Delcy Rodríguez con 30 maletas por Barajas. Que todo eso son en realidad fantasías de la caverna mediática y de la derecha fascista. «No mientas», dice Sabina que dice el mentiroso, que para justificarse tiene que argumentar que los que mienten son los demás. O que los otros mienten más.
La mentira es entonces menos mentira, porque la falacia del adversario es infinitamente mayor. Y si eso lo repite mucha gente a la vez, acaba pareciendo una verdad. Estrategia en la que anda enredada la tropa socialista contra Feijóo. Repetida anoche por Sánchez y por Yolanda igual que hicieron en días pasados los ministros. El gallego cometió la imprecisión de decir que el PP siempre subió las pensiones con relación al IPC. Las subió, pero no todas las veces referenciadas al IPC. Un error que el candidato popular ha rectificado, como hay que hacer cuando uno se equivoca. Pero a Sánchez no le hemos oído nunca rectificación alguna. Una mentira tapa a la anterior y así hasta ser descubierto. Como ahora con el caso Von der Leyen. Entonces se pierde la credibilidad. Y pasas a ser alguien que no es de fiar. Es el problema.
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